viernes, 28 de marzo de 2014

M A R




          Visité el fondo de la mar, donde los sueños se humedecen y el azul profundo se hace presente en tan inquietante inmensidad, los arcos de sorpresa se intimidaron al pintarse de oleaje místicos, camino con resuello de los caballos de mar comandando por ideales, empujado con insatisfechas caricias, que los llevan a cabalgar presurosos en búsqueda de las cúpulas de ansiadas flores.
          La blanca espuma de los océanos respinga en pequeños tumbos que reflejan en los cielos de matinal reboso, recorriendo jubilosos hasta desplazarse suavemente en las playas alfombradas de caracoles que revolcados de cabeza se broncean sobre las negras arenas, entre la paz y quietud del universo.
          En el marco de los confines de la orilla los cocoteros se saludan entre si cuando las ráfagas de viento los invitan a sacudir a los pájaros que se mecen en sus ramas, a sus pies juegan los cangrejos que se hacen un chibiricuarta, mientras se esconden de los cazadores, que los obligan a introducirse en sus madrigueras para sopesar el vendaval de los depredadores.
          El firmamento se ensancha cuando sobre los copetes de las grandes olas los pelícanos vuelan de mucho señorío en su paseo matinal donde se estiran valientes en formación militar buscando los bancos de pececillos que deambulan en las aguas poco profundas. El espejo de las aguas les muestran las viandas de sus alimentos predilectos.
          En el marco de la cálida playa las hermosas mujeres se ven engalanadas de fantasías, de collares de pedrerías que impregnan el espíritu y estampan en el alma,  un sencillo momento de la vida que pende de su garganta de celos de los habitantes que les admiran en escasos puntos de su bronceado cuerpo de escultural figura. Esos ojos que reflejan el candor e inspiran más allá de una inolvidable aventura, envidiables danzas, caricias invernales que se torna cálidas.  Pensamientos  que tras  un rosario  de versos  matizan con  música celestial produciendo el incesante delirio que se convierten en pareja, en una pieza del alma adornada con la picardía del amor.


          Pétalos que enorgullecen las caricias, cubriendo en su piel, escultural cuerpo moreno de textura, con labios eternos pintados de escarlata que invitan a la seducción. Cabellos negro azabache, que caen ominosos sobre los hombros, cuando reposan desordenados en la hermosa curvatura que se ensaya junto a los senos, discretamente cubiertos por un listón de plata...
          Las sirenas cantan en murmullos, cuando las ráfagas de celestiales vientos se muestran en toda su desnudez, suspiros que se reflejan afinados, a partir de la cola de pescado que de la cintura nace, luego cuando se lanzan en saltos de trampolín acrobacias que acostumbran convertir en los juegos incomparable de la natación desde las inmensidades y luego saltan en las alturas de los acantilados representando a las reinas de las aguas introduciéndose en los dominios de Poseidón, el dios del tridente que se aposta en el trono estableciendo su reinado en los abismos del verde mar.
          A lo lejos se muestra el fantasmagórico faro fincado en la copa de los montes con vista hacia la costa. Viejo edificio cuyo instrumento permanece encadenado entre nubes y noches, con su luz incandescente que guía a los náufragos perdidos y levanta a los marineros que se enamoran de las barcazas de altas velas. La constelación de Orión,  milagro de la lectura de las estrellas, como un lienzo de los expertos, el mapa de direccionalidad de los hábiles capitanes en la guía de sus naves con el apoyo de un sextante, se convierten en socios de los vientos que les ensanchan las velas para encaminarlas hasta los puertos de tierra firme.
          La calma que precede a la tormenta, signos de respeto que llevan los lobos de mar, quienes misericordiosos aceptan el pecado que los arrastra por las ventiscas, que mojan su orgullo para echarse en pos de un lugar para adelante arreando sus mantas y banderas, para darle culto a la fuerza de los dioses de los vientos. Enormes oleajes que se tragan a cuanto aventurero se osa oponerse a la naturaleza, cuando los revoltosos huracanes remueven las mareas de la mano de la luna.
          La tranquilidad se hace eterna mientras en el cenit se unen el azul del mar y del firmamento se despereza en las mañanas el augusto sol para darle vida al espejo brillante de las aguas, cuyo calor retoca cuanta vida silvestre se presenta en la superficie y mas allá de las playas de rítmico embate. Castillos de arenas formateados por manos infantiles en busca de una aventura de corsarios  y carabelas, embestidos por pequeñas olas espumantes que derriten las fortificaciones.
          La chiquillada se detiene un momento para observar a los cetáceos avistados a la distancia, se asoman en grandes saltos en busca de las aguas cálidas para el desove y el recreo de sus crías, lo traducen en un paseo familiar rumbo al infinito de un viaje de retorno anual a reconocer sus dominios. Inmensos mamíferos que circulan parsimoniosamente de rumbo norte, en un desfile de carnaval, haciendo las delicias de los niños y pobladores de las tierras tropicales.
          Vuelven las gaviotas al infinito, revoloteando en los charcos de agua salóbrega, mientras se espantan los patos que vienen del ártico a broncearse en las cálidas planicies de la cintura del mundo, las migraciones de aves que fincan sus nidos en las altas lechugas verdes, detrás de los manglares antañones que reposan en los canales, que vierten su preciado líquido en las barras del salpicante mar de maravillas, en un encuentro de dulce y salinidad que adormece a las especies que recurren presurosas a la consecución de su alimento que se vierte en la entrada de las olas marinas cuando viajan en las tranquilas lagunas que se reposan en las planicies formadas por el río.
          He retornado de la inmensidad, como infinitamente pequeño ser de la creación, he impregnado la energía de este mar, me he cubierto con el manto de las olas y la sanitaria lumbre de astro rey. Ante tanta grandeza, porqué no?, darle gracias infinitas a Dios, como arquitecto de esta deslumbrante lección de vida. Qué sería de mi?, que sería de nosotros y el universo sin él? Testigos presenciales por generaciones de un milagro omnipotente.
         

viernes, 14 de marzo de 2014

LA CAMANDULA



          Caminaba por las veredas polvorientas, a sus escasos 20 años, recorría con un morral sobre el hombro, toda su riqueza y posesión. Las chancletas que dejaban ver sus dedos desnudos empolvados se dirigían a su destino sobre aquellos campos. Después de algunos laboriosos años había abandonado el monasterio donde en alguna oportunidad su madre lo había regalado como muestra de su pobreza. Como ángel huérfano se capacitó en la lectura y escritura, en las leyes de Dios, el catecismo, habiendo llevado una simple vida de meditación.
          Después de haberse ordenado, como clérigo, le fue enviado ha predicar y ejercer su apostolado a los pueblitos de las áreas mas desposeídas de la región. Siempre cargaba su camándula como cadena alrededor de su cuello así como su conciencie como  el libro de salmos que le había regalado en la congregación.
          Su apostolado se había cimentado en la parroquia grande de la villa, donde al haber recibido las quejas de tantas agresiones de sus parroquianos y enterarse de los maltratos, incluso masacres, se había tornado un férreo defensor de la gente pobre del lugar, a quienes protegía, ayudaba, dando consejos y enfrentándose a los elementos de la dictadura quienes lo tenía en la mira como un antigobiernista.
          Sus sermones cargados de mensajes de solidaridad y de insinuación a no dejarse machucar por la bota del ejército, le habían llevado a sufrir en ocasiones ataques, golpes y atentados en contra de su vida. En cierta oportunidad a través de la curia le había recomendado a no inmiscuirse en los asuntos del estado, pero el amor a sus feligreses lo hizo hacer caso omiso de las ordenes de arzobispado.
          Deambulaba por las faldas de los cerros en búsqueda de enfermos y de mas de algún guerrillero que había caído en batalla, a quienes llevaba en hombros hasta la casa parroquial con el fin de curarlo, en otros casos para darle cristiana sepultura allá en las montañas.
          Y como él decía gozaba de la protección de los pobladores además de la bendición de Dios, así en su vida misionera, en los ratos de ocio le gustaba de encerarse, se sentaba a escribir memorias y a rezar en compañía de su vieja camarada de pedrería. La camándula.     
          Así en cierta oportunidad, cuando los vientos de la tarde se acercaban, anunciando la llegada de la oscuridad, apostado en una del reclinatorio de altar mayor, se embebía en sus oraciones y pensamientos de religiosidad 
          El rosario se bamboleaba en las manos del curita que de rodillas clamaba a su Dios, cada una de las cuentas corrían entre sus dedos, mientras con el pulgar las empujaba haciendo pausas. Eran como pétalos de oración que circulaban en suspenso, los pensamientos dirigidos hacia el cielo. Donde el silencio de la capilla se veía interrumpida entre las encendidas mechas de las candelas en medio de las columnas de incienso, que mostraban los suspiros de las letanías.
          En las afueras de la capilla se dejaron escuchar, los estruendos de disparos, el fragor de una refriega, que retumbaba entre silbido de balas y estallidos de bombas: Los temblores se estremecían en las paredes y los gritos vehementes de los participantes imprimían el sello de pánico en el eco de las calles.
          La lamentos y empujones se dejan escuchar y se hace presente cuando un grupo de pobladores hace denodados esfuerzos en somatar violentamente y con sendos empujones sobre el zaguán de la entrada, la nave principal del templo, hacía de resonancia a tales gritos, la puerta que se sostiene con una tranca que atravesaba el madero. Las quejas de los hombres y los ayes de las mujeres circulaban formando eco en las paredes de hormigón del templo.
          El religioso se puso de pié, se santiguó, luego de besar el crucifijo en su mano,  salió en carrera, hacia la entrada donde los atrincherados pobladores se escondían ante el inminente ataque de las fuerzas gubernamentales, de grandes zancadas se dirigió hasta el zaguán, botó la tranca, esta cedió a la presión del exterior, tras un rechinido las puertas se recostaron a los lados, dando la apertura. de la puerta. En tropel ingresan, hombres, mujeres y niños, que en indomable pánico se avalanchan hacia el interior. El sacerdote les hace señas y les muestra a donde dirigirse, los guía en el camino para que busquen refugio en las antiguas catacumbas debajo de la sacristía.
          Varios campesinos se apostaron en le entrada en procura de cerrar la pesada puerta, apuntalándola con restos de bancas y varios parales para asegurarla.   En las calles los soldados se aglomeran para dirigirse a toda prisa en búsqueda de las víctimas. Rompiendo cuanto encuentran a su paso, con sus fusiles en son de lucha rastrean cada centímetro de calle con el objetivo de amedrentar a los que se escabullían y también a los que se asomaban llenos de curiosidad a las ventanas.
          En el escondite dentro del templo, el silencio se hacía perenne, mientras unos ayudaban a bloquear la entrada y escalinata hacia las bóvedas, otros aprovechaban dentro de la oscuridad para protegerse y sobre todo buscar otras opciones de salida de los túneles que corrían por debajo de la iglesia.
          El calor se aglomeraba en el encierro, las mujeres presas del sentimiento de miedo acuchuchaban a los niños mas pequeños, haciéndolos permanecer callados zampándole la chiche entre la boca,  los varones buscan por todos los medios permanecer quietos, en la protección de sus propias familias, las que se agazapaban a lo largo de los pasadizos húmedos y fríos.
          Las fuerzas del ejército aun se enfrentan en las calles, los tiroteos se hacen mas frecuentes, así como las respuestas de los desafectos. Un pelotón ha tomado posesión de los alrededores del templo, mientras otros, se apostan en las tres entradas de la iglesia y la sacristía, parapetados en el atrio, los grupos de soldados se mueven desordenadamente por los callejones que circundan la cuadra y los alrededores del mercado.
---Ton, Ton, Ton, habrán en nombre de la ley!---grita uno de los soldados, frente al introito de la sacristía, junto a la iglesia.
          Se inician los empujones sobre la puerta de la entrada, que hacen tronar los maderos, la presión continua la hacer ceder, varios soldados penetran a la habitación donde se enfrentan al sacerdote que se asoma por uno de los pasillos, donde lo asaltan y rápidamente es reducido al orden y luego golpeado con una culata, dejándole maltrecho..

--- Mi comandante --- grita un soldado que junto a otros lo traen arrastrado hasta la entrada, después de haberle propinado sendos golpes, con la sotana negra que se ve envuelta en polvo y salpicada de sangre, con lujo de fuerza es puesto de rodillas y con un fusil apuntando a su cabeza, lo exponen frente a su superior.---
---Ah!, el señor cura...--- con una voz ronca socarrona que sonaba burla
--- Usted es uno de los famosos sotanudos que colaboran con la guerrilla, hablando babosadas en sus sermones y violentando a los pobladores de la comunidad!...---
--- Sabe una cosa…A eso se le llama traición a la patria!--- se le acercó y le propinó tremendo bofetón, que le hizo caer una vez mas, un hilo de sangre le brotó a través de sus labios, que evidenció el tremendo golpe.
          Tomado un segundo aire el sacerdote se atrevió a decir:
--- Esta es la casa de Dios, es lugar de paz, nada justifica la violencia…---
          Se limpió la boca con el dorso de la mano, é hizo el intento de incorporarse, el peso de una bota se apoyó en su espalda y tras un culatazo le hacen caer pesadamente.
--- No me venga con sermones. Usted tiene antecedentes y ya le fue advertido con anterioridad --- luego dirigiéndose a sus subalternos--- ¡Cuélguenlo de las patas en un lugar bien visible!, para que sirva de escarnio a los desafectos y a tantos otros catequistas que están metidos en estas refriegas.---
          Los grillos trasnochadores se escuchan a la vuelta de la esquina, la noche se pintaba fría, el viento corría lento y trasportaba el temor de la ciudadanía Cubiertos por el manto de la oscuridad un grupo de hombre se acercan hasta donde se encuentra el castigado, que pende de sendos lazos de la cruz que se encuentra en el atrio, junto a un rótulo que dice:  “TRAIDOR A LA PATRIA”, alguien se encarama hasta la punta y corta los cordeles, que lo hacen caer pesadamente hasta el piso.
---¡Está vivo! ---insinuó uno de los participantes.
          Desarrapado y cubierto el rastro de sangre, apenas un hálito de vida le circunda, es cargado entre varios y llevado hasta la calle donde una carreta de bueyes le espera, cubierto entre las pacas de zacate y hojas de plátano, apenas algunos insignificantes quejidos se dejan escuchar.

          Al cabo del tiempo
          --- Dios te salve María… repite entre suspiros , mientras recorre con toda solemnidad las décimas de su rosario. El hombre se sostiene ante la cabecera de la cama de sanatorio,  a la espera que alguien le busque y que le acompañe, la sala esta deshabitada, las cuatro camas restantes, se encuentran sin colchoneta. Apenas un florero con geranios secos se despenica sobre la mesa de noche.
          Las paredes derruidas muestran el deterioro del salón, aun con la ausencia de materiales y medicinas, el personal de curación ha desaparecido. De paso a paso se dirige con grandes esfuerzos, hasta el balcón de la ventana para asomarse, el día transcurre con toda normalidad, un ejercito de almas se da a la tarea de caminar por las angostas calles, deambulando en los volcanes de tierra dejadas por las batallas resultantes, arremolinadas olas de polvo de  los destrozos en las casa que son mas que evidencia de las refriegas, los vehículos en su mayoría carretas yacen parqueadas  o boca arriba, después del vendaval. El grupo espíritus con paso sereno y cubiertos de mantos blancos se dirigen al camposanto donde la música de la naturaleza  se confunde con el vaho se levanta entre las rendijas de las verjas de los mausoleos, las tumbas les hacen valla para enseñar los confines del descanso.
          El pensamiento de curita se hace fatídico, imaginando que se encuentra en soledad ante tal paradigma.
--- ¿Estaré ya muerto? ---
          Con rodilla en tierra hace su acto de constricción, envuelve la camándula en la mano y elevando sus ojos al cielo, le pide al creador, que le conceda acompañar a su rebaño, en su último viaje.