martes, 27 de mayo de 2014

EL AVIONCITO DE PAPEL



           Husmeaba entre un fajo de cuadernos algo con lo cual pudiese entretenerme, me encaramé sobre una silla para alcanzar los libros viejos puestos de canto en la librería de la biblioteca de la casa. Estirando mi brazo halé uno de los volúmenes medianamente gruesos, lo que hizo que la percha completa se me viniera encima, haciéndome ir a dar hasta el suelo en un solo porrazo.
          Sacudiéndome el polvo y un tanto asustado me quedé un rato sentado, mientras recuperaba la compostura del accidente. Uno de los libro había caído a mi diestra y pronto me llamó la atención, contenía un cromo de un de esos aviones de dos hélices, que figuraban en la aviación comercial de años antes que se utilizaban en esos tiempos para recorrer grandes distancias y sobre los océanos...
          Rápidamente me puse activo con una idea, tomé una hoja grande de papel, la que alisé con mis manos para dejarla bien planchada, le hice varios dobleces, primero a lo largo y por mitad, cada uno de los lados le doble hacia los lados  y en la punta un nuevo quiebre después de haber dejado formadas las alas.  Estilizado y con un doblez mas en la aguda punta, que le dio el peso requerido para poderlo guiar, finalice entonces la elaboración de mi aeroplano
--- Chilero mi avioncito --- pensé.
          Ahora era de lanzarlo al espacio y hacerlo volar. Mi primer intento y el juguete dio dos vueltas y se fue a encallar en una de las esquinas del cuarto, quizás no estaba completamente aerodinámico, le repase los dobleces y busque la manera de las alas estuviesen del mismo tamaño y equidistantes, le compuse la punta que la doble hacia atrás con un tanto de mayor presión.
          Allí va el segundo intento, con la mayor fuerza que mi  brazo podía producir lo lancé dirigido al cielo, el artefacto subió, dio una vuelta circular colocándose de cabeza y luego planeo en su descenso hasta caer sobre el escritorio.
          Me sentía feliz, saltaba de la alegría con los brazos en alto, era el mago de la ingeniería aérea. Con mis plumas de colores decore en ambos lados a mi avión, pintándole en la parte posterior las marcas y escudos de los aeroplanos de guerra.
          Entre todos mis invento, era el mas apetecido,  corrí hasta la terraza de la casa, con mi juguete en mano. El azul del cielo me inspiraba y junto a un cúmulo de nubes que retozaban alegremente me perdí en el espacio, hice varios lanzamientos acompasado con el viento vi entonces desaparecer en los aires, mi avión, mientras mis pensamientos se hicieron historietas en el pensamiento, alucinando una sin fin de cosas, veía las imágenes,entonces de una piñata, que era sacudida con el palo de una escoba y de su interior brotaban explosivamente cientos de confetis, dulces de paleta, anicillos y chocolates multicolor que llovían en todo el rededor. Mas allá los cúmulos en forma de ovejas que balaban alegremente mientras saltaban de un cerco para escapar en los solariegos campos de pastar, el viento las disipaba y luego se envolvían para transformarse en trozos de pastel que se desboronaban en turrones que salpicado en pringas de canela se derretían con el paso de los vientos.
          Un viaje mas se hacía prudente mientras las palomas que osaban pasar curiosas se posaban en los tejados vecinos para ver las peripecias del papel doblado, las cúpulas en forma de paraguas que brincaban lentamente por el espacio se transformaban en cántaros con boca de pichel como quien vierte liquido sobre un tazón de asa ancha, estilizado formando mágicamente la cabeza de un perro que ladraba a las alturas.
          El sol, solito abre un espacio entre las nubes, como quien deja un ojo para que alumbre solo un pedazo de tierra, en vigilia de los sucesos y el paso del avioncito de papel, que se da de volteretas antes de caer suavemente junto a mi, el viento lo arrastra mas allá, como que quisiera levantarse a volar por si solo.
          Lo tomo nuevamente entre mis manos y haciendo mi mejor esfuerzo lo lanzo en contra del viento para ver su reacción, después de un coletazo se eleva verticalmente, las pacientes formaciones de algodón que se aglomeran juiciosa para formar un enorme elefante cuyo moco se estira cuan largo para saborear una cornucopia, cuyo cono se invierte sin perder la bola de helado blanco como de nieve. La cola del paquidermo se entorcha para halar una campana cuyo badajo se golpetea con las otras nubes que se arrastran como instrumentos musicales, un arpa celestial que desprende de sus hilos las notas de una sinfonía de ángeles. La chimenea de la máquina del ferrocarril que se entierra en un agujero mientras exhala el chorro de vapor dentro de su transitar.
          Plácidamente me deje caer de espaldas para continuar viendo el magno espectáculo que me presentaban las nubes de algodón, mi creatividad me hacía observar miles de figuras entrecruzarse en mi memoria y cientos de milagros que se bordaban de recuerdos y con las aventuras que de niño me afloraban a los recuerdos. Vi varias veces obstruida mi mirada con el paso del artefacto de papel que había fabricado, que me parecía la máquina perfecta para los viajes en el espacio junto a las fábulas de mis pensamientos, las oleadas cálidas le hacían recorrer por todo el patio mis ilusiones, que daban al traste cuando caían estrepitosamente sobre el piso. Me levantaba presuroso y volvía a lanzarlo con toda prestancia, las volteretas me presuponían las grandes proezas de los magníficos pilotos que alguna vez había visto en las celebraciones, el avión pasaba de derecha a izquierda y se convertía en el volatín de los aires.
          En algún momento le dejé de ver, sus alcances fueron mas allá de la baranda de la terraza y luego le vi desplomarce en franca caída libre hasta el pavimento de la calle.
--- Mi avión ! --- grite tratando de hacer el intento de no perderlo de vista.---
          Corrí a toda prisa descendí las gradas del segundo nivel y casi con la lengua de fuera abrí el portón de la casa, salí a la acera y allí lo vi…
          Era otra vez una hoja de papel planchado, un automóvil le había dejado la marca de los neumáticos en su cuerpo y había acabado con mi aeroplano.
          Bueno me dije, tomé de nuevo la hoja, la puse en el suelo y con mis manos la estire y la aplané, con toda paciencia reconstruí sus dobleces a como eran de principio y a pesar de que había quedado mal trecho del apachón, allí tenía de nuevo mi juguete. Y pronto volví a mi sueño de lanzarlo una vez mas… Ja, ja, ja… 
     

LA SIRENITA



          Los rayos del rey sol apenas pespuntaban por arriba de los cocoteros, los vientos alejaban la penumbra  de la madrugada, los pájaros se revoloteaban  sobre el verde pasto del jardín. Las límpidas aguas se reposaban en la quietud de la piscina
--- ¡Splash…!--- salpicó el ambiente por la caída de alguien en las cálidas aguas.
--- ¡La niña…!---gritaron, saliendo en loca persecución hasta asomarse en el borde de la orilla.
---Hola…! ¡Sorpresa! --- ella saludó después de asomarse en la esquina opuesta, la sonrisa en sus labios, galante picardía en su carita, levantó sus brazos mientras mostraba su intrépida hazaña.
---Aquí estoy, ya se nadar.---finalizó la cantaleta
--- Oye, si que nos asustaste,--- la abuela le indica señalándole con el dedo índice y con el seño fruncido.--- Nunca debes meterte al agua, sin que alguien te esté vigilando.---
          La Jovencita con tan solo 6 años, se sumergió nuevamente, evitando así el regaño, luego atravesó el agua hasta asomarse en la otra orilla junto a las gradas, de donde salió caminando, se envolvió en su toalla de playa, sacudió su hermoso pelo, limpió sus grandes ojos negros, dirigiéndose pasito a pasito hasta acercarse donde se encontraba su abuela.
--- Ya-Ya, te amo ---como gatito se arrumacó en su regazo, recibiendo las caricias con toda humildad
--- Yo también te quiero mucho, me diste un gran susto---
--- Sabes una cosa, me gustó y lo volveré hacer, siempre y cuando tu me acompañes,---guiñándole el ojo.
          Fundidas en un abrazó se dirigieron al salón de la casa, donde el resto de la familia observaba el evento.
          Entre aplausos y sollozos vitorearon a la sirenita, ella se contorneaba coquetamente mostrando su travesura.

martes, 13 de mayo de 2014

UN DIA MAS



          Oscuros nubarrones se acercaban a galope sobre las laderas del campo, el anuncio de sus truenos se escurrían con el fogonazo de la luz de los  relámpagos, mientras avanzaban en goterones de límpida cristalina agua caían sobre los ávidos campos coronados de hojas y flores en la temprana primavera.
          Los ranchos se sacuden con las oleadas, ráfagas del viento que cruzan hacia el sur, señalando a la derecha la agonía del solecito de amarillo calor, que como prisma reflejaba el hermoso arco iris sobre la cúpula de las montañas.
          El potrero se encontraba con la remesa de las recién llegadas reses, que mugían con la esperanza de encontrar pronto a sus crías, que hacían otro tanto en la alharaca de llamar a sus progenitoras. Las amontonadas redes de tusas tronaban en los comederos como invitándolas a un festín de final de la tarde  entonces colocadas, en formación dentro de los cubículos que aprovechaban a los vaqueros para el ordeño.
          El característico olor a miel de trapiche y la leche le daban un singular componente a la actividad, mientras la incesante lluvia cedía al principio de la noche donde los candiles ayudaban a prolongar la vista de los que se dedicaban a las labores  oficiosas a la extracción del ordeño...
          La villa es el lugar del cambio, luego de la transportación de los tambos de aluminio, hacia las cremerías que hacen las delicias de los compradores cuando amasan los quesos y extraen la crema de las bateas, para aderezar las tortillas recién salidas del comal, con las que elaboraban los mamachos de tacos que se cocinan a las brazas en la estufa.
          Finalizada mi labor, fui y me senté en la pileta del jardín de la casa, la tarde convertida en noche, insinuaba el ruido del motor que proporcionaba la energía eléctrica, esperando con muchas ansias que me llamara junto al resto de la familia para la cena, la canasta de pan y el humeante jarrón de café se había colocado en el centro de la mesa, el resto era los plátanos fritos aderezados con la crema fresca y un pedazo de queso, las tortillas llegaban en muñecos envueltos en servilletas que quemaban al tacto, dejé el sombrero junto a las patas de la silla, entre mis pies, cuidando que los perros no la arrastraran , cuando buscaban los bocados que ha veces caen al suelo, las pariente cachurecas apenas se empinaban un pan mojado en café, para poder salir al repique de las campanas de la iglesia que queda muy cerca del domicilio, en la siguiente cuadra. Ellas generalmente participan en la oración de la hora santa al filo de las 19.00 horas.          
          Después de la comilona tomé, como de costumbre, un caballo y me dirigí al centro del poblado a echarle un vistazo a las muchachas que se muestran en el carrusel de las veredas del parque, invitadas a dar vueltas en los pasajes adornados por las frondosas plantas en cundidas de las mas hermosas flores.
          Como todo un jinete dejaba amarrado mi transporte en los tubos de metal colocados en la esquinera frente a la escuela secundaria  estatal. Apostado en una de las esquinas detenido sobre un poste de los faroles, iniciaba mi vista nocturna ante el alegre bullicio de tradicional paseo. Los ronrones y las palomillas se multiplicaban desordenadas sobre la incandescente lámpara
          La vi aparecer con sus largos canelones y su indumentaria de interesante jovenzuela, su pequeño paraguas que pendía de uno de sus brazos y el sonido hermoso del roce de sus fustanes de seda, me robaban la mirada y el suspiro.
--- Buena noche señorita Patricia, que guapa se le ve.---
La chica se sonrojó, pero respondió con una sonrisa:
--- buenas noches joven caballero, que lo trae por aquí?---
---Atraído por chicas linda como usted y el hermoso ramillete de lindas campechanas, que repasan las calles de este fresca tarde del parque---
--- Esperando, supongo, a alguien en especial?---
--- Claro que no, estimo que ya encontré a la reina de  mi corazón, a usted  luz de mis ojos y  prenda de mis sueños---
--- Que galante, favor que usted me hace.---
--- Me gustaría acompañarla, hasta la hora del concierto, si su merced no le incomoda?---
---Claro que no, sería un gusto.---
---El gusto y el honor es mío.--- se acerca y le susurra al oído--- la puedo tomar del brazo?---
--- Sin que eso represente un compromiso, pues bienvenido.---
          Después de una vuelta, la charla se vuelve amena y de excelente tono, un grupo de jovencitas se aglomeran en las cercanías del kiosco, en espera de la música, la plática que vuelan con los cometarios detrás de los abanicos, juzgando con sonrisas medio en silencio y mostrando su armonía o inconformidad sobre las parejas que deambulan en sus alrededores.
          Procedente del cabildo la banda marcial se dirige a paso ligero hasta el interior de la tarima del kiosco, allí las bancas de madera están a su disposición para iniciar el recital de música de esa noche.
          Las niñas mas intrépidas, se acercan hasta donde se encuentran los casi adolescentes, muchachos que son mas cortos carácter se juntan como indiferentes, con sus manos dentro de los bolsillos, solamente a  observar de reojo a las chiquillas que deambula por su vecindad, que de un impulso se acercan y  los abordan.
---Chicos buena noche, porque tan apartados, no les gustaría participar aunque sea para jugar una ronda de tejo?---
          Un poco sonrojados de corto ánimo se miran entre si y haciendo fuerza de grupo, se encaminan hacia el punto de reunión, unos de brazos cruzados y otros un tanto mas alejados del círculo, como no muy convencidos. Alguien toma la batuta sobre la planificación de los juegos a realizar. El salto sobre un cuadrado, el golpe de las canicas, el del zopilote o el salto de la cuerda. Se organizan los grupos y al compás de la música se producen las actividades, acompañado de la bulla y amplias risas del conglomerado.
          Las niñas de anchas enaguas que las sostienen con sus manos, saltan sobre las figura pintadas en el suelo, mostrando sus calcetas blancas y zapatillas negras. Los chicos de calzones cortos que se pasan la pelota sobre sus cabezas con el fin de que el zope no logre alcanzarla. No se diga de las saltarinas que se enredan en el cordel que le sirve obstáculo al elevarse en sus brincos.
          Los mayores entre ellos Patricia y Diego los mas serios permanecen en la caminata haciendo de ellos las delicias de la poesía y la lisonjearía de los piropos, tomados de las manos buscan el recodo que les oculte de pronto para una caricia o en fin darse un beso.
          Las campanas de bronce de la iglesia se echan a volar anunciando que el rezo a llegado a su fin, las columnas de incienso que se levantan y huyen a través del pórtico, preceden las hordas de las santulonas, que de mantilla negra y de conciencia quizás tranquila, abandonan el atrio después de santiguarse un millón de veces. Caminando por las calles rumbo a su casa con el chisme prendido a flor de labio, comentarios que le obligan a pedir perdón somatándose el pecho con el puño con el que envuelven su rosario.
          Las bajas en la corriente ha veces dejan como brazas los escasos focos del poblado, eso detiene un tanto la actividad después de una expresión coral de --- ¡Ahhhh…!.
          Mientras se restablece el flujo eléctrico, el del trombón ha metido la pata al no poder ver bien el pentagrama, por lo que se gana una reprimenda del director que somata su batuta sobre el podio.
          Una chiquilla a caído al suelo al enredarse en la cuerda, sin mayores consecuencias se levanta auxiliada por sus compañeras, quienes le sacuden su vestidito de paletones y ancha moña. La pelota plástica de colores ha ido a para en uno de los jardines al rebotar en la cabeza de un transeúnte, al haber sido rechazada por uno de los participantes.
          Todo vuelve a la normalidad, esperé con la debida paciencia junto a la joven, quien me tomó de la mano por el momento de pánico experimentado al desaparecer la luz. En su actitud nerviosa me clavó las uñas en mi mano y además se acomodó junto a mi pecho. Un tanto incómoda se retira y me pide disculpas por su actuación.
--- No tenga pena, por sus acciones, sin embargo fue muy agradable haberla cobijado en mi pecho.---
          Se levanta y con el rostro lleno de angelical bochorno, trata de huir del lugar, prendida aun de mi mano, no dejo que se vaya, la atraigo hacia mi y sin mas ni mas le doy un enorme beso que la hace reaccionar volteando su rostro que muestra una sonrisa inocente.
---Buena noche Diego, hasta otro día…---
          Corre sin esperar respuesta, hacia la banqueta de la esquina donde se detiene por un momento, voltea a ver y con facies de ilusionada me lanza un adiós con el movimiento de su mano.
          La banda a concluido su concierto, el fresco viento asolva los árboles que se despenican en hojas que vuelan arremolinándose, la chiquillada ha marchado en tropel hacia sus viviendas y las parejas aunque tardíamente se han alargado sus despedidas después de unos cuantos abrazos sellados con beso.
          Ajusto mi sombrero y con la emoción que me dejó el caso me dirijo hasta donde se encuentra mi caballo, la montura soporta el envión de mi peso y a paso lento me introduzco en la calle, el retumbo de los cascos en el  choque con las piedras me lleva  a la memoria lo sucedido, quizás una aventura iniciada, los recuerdos me hacen divagar sobre mi mente, ilusiones que me llenan de jolgorio el corazón.
          De pronto escucho las campanas del cabildo que me recuerdan que son las 10 de la noche, el tiempo ha pasado sin sentir y la noche ha avanzado inclemente. Pienso entonces, mañana será otro día, he de levantarme al igual que siempre a las 4 A.M. y reponer mi rutina de todos los días, aplico el tacón en el hijar del semoviente y le apresuro el paso, debo de estar ya en mi lecho en pleno descanso. Tantas cosas que debo de hacer el próximo día.
          Vaya han pasado unas cuantas horas y no he conciliado el sueño, algo me altera mi mente, esa chica me hace perder el juicio…     
 --- Diego…! Es hora de levantarse! ---
          Es el grito de mi madre que me da el banderazo de salida para un día mas

viernes, 28 de marzo de 2014

M A R




          Visité el fondo de la mar, donde los sueños se humedecen y el azul profundo se hace presente en tan inquietante inmensidad, los arcos de sorpresa se intimidaron al pintarse de oleaje místicos, camino con resuello de los caballos de mar comandando por ideales, empujado con insatisfechas caricias, que los llevan a cabalgar presurosos en búsqueda de las cúpulas de ansiadas flores.
          La blanca espuma de los océanos respinga en pequeños tumbos que reflejan en los cielos de matinal reboso, recorriendo jubilosos hasta desplazarse suavemente en las playas alfombradas de caracoles que revolcados de cabeza se broncean sobre las negras arenas, entre la paz y quietud del universo.
          En el marco de los confines de la orilla los cocoteros se saludan entre si cuando las ráfagas de viento los invitan a sacudir a los pájaros que se mecen en sus ramas, a sus pies juegan los cangrejos que se hacen un chibiricuarta, mientras se esconden de los cazadores, que los obligan a introducirse en sus madrigueras para sopesar el vendaval de los depredadores.
          El firmamento se ensancha cuando sobre los copetes de las grandes olas los pelícanos vuelan de mucho señorío en su paseo matinal donde se estiran valientes en formación militar buscando los bancos de pececillos que deambulan en las aguas poco profundas. El espejo de las aguas les muestran las viandas de sus alimentos predilectos.
          En el marco de la cálida playa las hermosas mujeres se ven engalanadas de fantasías, de collares de pedrerías que impregnan el espíritu y estampan en el alma,  un sencillo momento de la vida que pende de su garganta de celos de los habitantes que les admiran en escasos puntos de su bronceado cuerpo de escultural figura. Esos ojos que reflejan el candor e inspiran más allá de una inolvidable aventura, envidiables danzas, caricias invernales que se torna cálidas.  Pensamientos  que tras  un rosario  de versos  matizan con  música celestial produciendo el incesante delirio que se convierten en pareja, en una pieza del alma adornada con la picardía del amor.


          Pétalos que enorgullecen las caricias, cubriendo en su piel, escultural cuerpo moreno de textura, con labios eternos pintados de escarlata que invitan a la seducción. Cabellos negro azabache, que caen ominosos sobre los hombros, cuando reposan desordenados en la hermosa curvatura que se ensaya junto a los senos, discretamente cubiertos por un listón de plata...
          Las sirenas cantan en murmullos, cuando las ráfagas de celestiales vientos se muestran en toda su desnudez, suspiros que se reflejan afinados, a partir de la cola de pescado que de la cintura nace, luego cuando se lanzan en saltos de trampolín acrobacias que acostumbran convertir en los juegos incomparable de la natación desde las inmensidades y luego saltan en las alturas de los acantilados representando a las reinas de las aguas introduciéndose en los dominios de Poseidón, el dios del tridente que se aposta en el trono estableciendo su reinado en los abismos del verde mar.
          A lo lejos se muestra el fantasmagórico faro fincado en la copa de los montes con vista hacia la costa. Viejo edificio cuyo instrumento permanece encadenado entre nubes y noches, con su luz incandescente que guía a los náufragos perdidos y levanta a los marineros que se enamoran de las barcazas de altas velas. La constelación de Orión,  milagro de la lectura de las estrellas, como un lienzo de los expertos, el mapa de direccionalidad de los hábiles capitanes en la guía de sus naves con el apoyo de un sextante, se convierten en socios de los vientos que les ensanchan las velas para encaminarlas hasta los puertos de tierra firme.
          La calma que precede a la tormenta, signos de respeto que llevan los lobos de mar, quienes misericordiosos aceptan el pecado que los arrastra por las ventiscas, que mojan su orgullo para echarse en pos de un lugar para adelante arreando sus mantas y banderas, para darle culto a la fuerza de los dioses de los vientos. Enormes oleajes que se tragan a cuanto aventurero se osa oponerse a la naturaleza, cuando los revoltosos huracanes remueven las mareas de la mano de la luna.
          La tranquilidad se hace eterna mientras en el cenit se unen el azul del mar y del firmamento se despereza en las mañanas el augusto sol para darle vida al espejo brillante de las aguas, cuyo calor retoca cuanta vida silvestre se presenta en la superficie y mas allá de las playas de rítmico embate. Castillos de arenas formateados por manos infantiles en busca de una aventura de corsarios  y carabelas, embestidos por pequeñas olas espumantes que derriten las fortificaciones.
          La chiquillada se detiene un momento para observar a los cetáceos avistados a la distancia, se asoman en grandes saltos en busca de las aguas cálidas para el desove y el recreo de sus crías, lo traducen en un paseo familiar rumbo al infinito de un viaje de retorno anual a reconocer sus dominios. Inmensos mamíferos que circulan parsimoniosamente de rumbo norte, en un desfile de carnaval, haciendo las delicias de los niños y pobladores de las tierras tropicales.
          Vuelven las gaviotas al infinito, revoloteando en los charcos de agua salóbrega, mientras se espantan los patos que vienen del ártico a broncearse en las cálidas planicies de la cintura del mundo, las migraciones de aves que fincan sus nidos en las altas lechugas verdes, detrás de los manglares antañones que reposan en los canales, que vierten su preciado líquido en las barras del salpicante mar de maravillas, en un encuentro de dulce y salinidad que adormece a las especies que recurren presurosas a la consecución de su alimento que se vierte en la entrada de las olas marinas cuando viajan en las tranquilas lagunas que se reposan en las planicies formadas por el río.
          He retornado de la inmensidad, como infinitamente pequeño ser de la creación, he impregnado la energía de este mar, me he cubierto con el manto de las olas y la sanitaria lumbre de astro rey. Ante tanta grandeza, porqué no?, darle gracias infinitas a Dios, como arquitecto de esta deslumbrante lección de vida. Qué sería de mi?, que sería de nosotros y el universo sin él? Testigos presenciales por generaciones de un milagro omnipotente.
         

viernes, 14 de marzo de 2014

LA CAMANDULA



          Caminaba por las veredas polvorientas, a sus escasos 20 años, recorría con un morral sobre el hombro, toda su riqueza y posesión. Las chancletas que dejaban ver sus dedos desnudos empolvados se dirigían a su destino sobre aquellos campos. Después de algunos laboriosos años había abandonado el monasterio donde en alguna oportunidad su madre lo había regalado como muestra de su pobreza. Como ángel huérfano se capacitó en la lectura y escritura, en las leyes de Dios, el catecismo, habiendo llevado una simple vida de meditación.
          Después de haberse ordenado, como clérigo, le fue enviado ha predicar y ejercer su apostolado a los pueblitos de las áreas mas desposeídas de la región. Siempre cargaba su camándula como cadena alrededor de su cuello así como su conciencie como  el libro de salmos que le había regalado en la congregación.
          Su apostolado se había cimentado en la parroquia grande de la villa, donde al haber recibido las quejas de tantas agresiones de sus parroquianos y enterarse de los maltratos, incluso masacres, se había tornado un férreo defensor de la gente pobre del lugar, a quienes protegía, ayudaba, dando consejos y enfrentándose a los elementos de la dictadura quienes lo tenía en la mira como un antigobiernista.
          Sus sermones cargados de mensajes de solidaridad y de insinuación a no dejarse machucar por la bota del ejército, le habían llevado a sufrir en ocasiones ataques, golpes y atentados en contra de su vida. En cierta oportunidad a través de la curia le había recomendado a no inmiscuirse en los asuntos del estado, pero el amor a sus feligreses lo hizo hacer caso omiso de las ordenes de arzobispado.
          Deambulaba por las faldas de los cerros en búsqueda de enfermos y de mas de algún guerrillero que había caído en batalla, a quienes llevaba en hombros hasta la casa parroquial con el fin de curarlo, en otros casos para darle cristiana sepultura allá en las montañas.
          Y como él decía gozaba de la protección de los pobladores además de la bendición de Dios, así en su vida misionera, en los ratos de ocio le gustaba de encerarse, se sentaba a escribir memorias y a rezar en compañía de su vieja camarada de pedrería. La camándula.     
          Así en cierta oportunidad, cuando los vientos de la tarde se acercaban, anunciando la llegada de la oscuridad, apostado en una del reclinatorio de altar mayor, se embebía en sus oraciones y pensamientos de religiosidad 
          El rosario se bamboleaba en las manos del curita que de rodillas clamaba a su Dios, cada una de las cuentas corrían entre sus dedos, mientras con el pulgar las empujaba haciendo pausas. Eran como pétalos de oración que circulaban en suspenso, los pensamientos dirigidos hacia el cielo. Donde el silencio de la capilla se veía interrumpida entre las encendidas mechas de las candelas en medio de las columnas de incienso, que mostraban los suspiros de las letanías.
          En las afueras de la capilla se dejaron escuchar, los estruendos de disparos, el fragor de una refriega, que retumbaba entre silbido de balas y estallidos de bombas: Los temblores se estremecían en las paredes y los gritos vehementes de los participantes imprimían el sello de pánico en el eco de las calles.
          La lamentos y empujones se dejan escuchar y se hace presente cuando un grupo de pobladores hace denodados esfuerzos en somatar violentamente y con sendos empujones sobre el zaguán de la entrada, la nave principal del templo, hacía de resonancia a tales gritos, la puerta que se sostiene con una tranca que atravesaba el madero. Las quejas de los hombres y los ayes de las mujeres circulaban formando eco en las paredes de hormigón del templo.
          El religioso se puso de pié, se santiguó, luego de besar el crucifijo en su mano,  salió en carrera, hacia la entrada donde los atrincherados pobladores se escondían ante el inminente ataque de las fuerzas gubernamentales, de grandes zancadas se dirigió hasta el zaguán, botó la tranca, esta cedió a la presión del exterior, tras un rechinido las puertas se recostaron a los lados, dando la apertura. de la puerta. En tropel ingresan, hombres, mujeres y niños, que en indomable pánico se avalanchan hacia el interior. El sacerdote les hace señas y les muestra a donde dirigirse, los guía en el camino para que busquen refugio en las antiguas catacumbas debajo de la sacristía.
          Varios campesinos se apostaron en le entrada en procura de cerrar la pesada puerta, apuntalándola con restos de bancas y varios parales para asegurarla.   En las calles los soldados se aglomeran para dirigirse a toda prisa en búsqueda de las víctimas. Rompiendo cuanto encuentran a su paso, con sus fusiles en son de lucha rastrean cada centímetro de calle con el objetivo de amedrentar a los que se escabullían y también a los que se asomaban llenos de curiosidad a las ventanas.
          En el escondite dentro del templo, el silencio se hacía perenne, mientras unos ayudaban a bloquear la entrada y escalinata hacia las bóvedas, otros aprovechaban dentro de la oscuridad para protegerse y sobre todo buscar otras opciones de salida de los túneles que corrían por debajo de la iglesia.
          El calor se aglomeraba en el encierro, las mujeres presas del sentimiento de miedo acuchuchaban a los niños mas pequeños, haciéndolos permanecer callados zampándole la chiche entre la boca,  los varones buscan por todos los medios permanecer quietos, en la protección de sus propias familias, las que se agazapaban a lo largo de los pasadizos húmedos y fríos.
          Las fuerzas del ejército aun se enfrentan en las calles, los tiroteos se hacen mas frecuentes, así como las respuestas de los desafectos. Un pelotón ha tomado posesión de los alrededores del templo, mientras otros, se apostan en las tres entradas de la iglesia y la sacristía, parapetados en el atrio, los grupos de soldados se mueven desordenadamente por los callejones que circundan la cuadra y los alrededores del mercado.
---Ton, Ton, Ton, habrán en nombre de la ley!---grita uno de los soldados, frente al introito de la sacristía, junto a la iglesia.
          Se inician los empujones sobre la puerta de la entrada, que hacen tronar los maderos, la presión continua la hacer ceder, varios soldados penetran a la habitación donde se enfrentan al sacerdote que se asoma por uno de los pasillos, donde lo asaltan y rápidamente es reducido al orden y luego golpeado con una culata, dejándole maltrecho..

--- Mi comandante --- grita un soldado que junto a otros lo traen arrastrado hasta la entrada, después de haberle propinado sendos golpes, con la sotana negra que se ve envuelta en polvo y salpicada de sangre, con lujo de fuerza es puesto de rodillas y con un fusil apuntando a su cabeza, lo exponen frente a su superior.---
---Ah!, el señor cura...--- con una voz ronca socarrona que sonaba burla
--- Usted es uno de los famosos sotanudos que colaboran con la guerrilla, hablando babosadas en sus sermones y violentando a los pobladores de la comunidad!...---
--- Sabe una cosa…A eso se le llama traición a la patria!--- se le acercó y le propinó tremendo bofetón, que le hizo caer una vez mas, un hilo de sangre le brotó a través de sus labios, que evidenció el tremendo golpe.
          Tomado un segundo aire el sacerdote se atrevió a decir:
--- Esta es la casa de Dios, es lugar de paz, nada justifica la violencia…---
          Se limpió la boca con el dorso de la mano, é hizo el intento de incorporarse, el peso de una bota se apoyó en su espalda y tras un culatazo le hacen caer pesadamente.
--- No me venga con sermones. Usted tiene antecedentes y ya le fue advertido con anterioridad --- luego dirigiéndose a sus subalternos--- ¡Cuélguenlo de las patas en un lugar bien visible!, para que sirva de escarnio a los desafectos y a tantos otros catequistas que están metidos en estas refriegas.---
          Los grillos trasnochadores se escuchan a la vuelta de la esquina, la noche se pintaba fría, el viento corría lento y trasportaba el temor de la ciudadanía Cubiertos por el manto de la oscuridad un grupo de hombre se acercan hasta donde se encuentra el castigado, que pende de sendos lazos de la cruz que se encuentra en el atrio, junto a un rótulo que dice:  “TRAIDOR A LA PATRIA”, alguien se encarama hasta la punta y corta los cordeles, que lo hacen caer pesadamente hasta el piso.
---¡Está vivo! ---insinuó uno de los participantes.
          Desarrapado y cubierto el rastro de sangre, apenas un hálito de vida le circunda, es cargado entre varios y llevado hasta la calle donde una carreta de bueyes le espera, cubierto entre las pacas de zacate y hojas de plátano, apenas algunos insignificantes quejidos se dejan escuchar.

          Al cabo del tiempo
          --- Dios te salve María… repite entre suspiros , mientras recorre con toda solemnidad las décimas de su rosario. El hombre se sostiene ante la cabecera de la cama de sanatorio,  a la espera que alguien le busque y que le acompañe, la sala esta deshabitada, las cuatro camas restantes, se encuentran sin colchoneta. Apenas un florero con geranios secos se despenica sobre la mesa de noche.
          Las paredes derruidas muestran el deterioro del salón, aun con la ausencia de materiales y medicinas, el personal de curación ha desaparecido. De paso a paso se dirige con grandes esfuerzos, hasta el balcón de la ventana para asomarse, el día transcurre con toda normalidad, un ejercito de almas se da a la tarea de caminar por las angostas calles, deambulando en los volcanes de tierra dejadas por las batallas resultantes, arremolinadas olas de polvo de  los destrozos en las casa que son mas que evidencia de las refriegas, los vehículos en su mayoría carretas yacen parqueadas  o boca arriba, después del vendaval. El grupo espíritus con paso sereno y cubiertos de mantos blancos se dirigen al camposanto donde la música de la naturaleza  se confunde con el vaho se levanta entre las rendijas de las verjas de los mausoleos, las tumbas les hacen valla para enseñar los confines del descanso.
          El pensamiento de curita se hace fatídico, imaginando que se encuentra en soledad ante tal paradigma.
--- ¿Estaré ya muerto? ---
          Con rodilla en tierra hace su acto de constricción, envuelve la camándula en la mano y elevando sus ojos al cielo, le pide al creador, que le conceda acompañar a su rebaño, en su último viaje.

miércoles, 19 de febrero de 2014

LOS CUERVOS



          Los cuervos se inclinaron para soltar su graznido, saltando de rama en rama se alinean con el viento para intimidar a los transeúntes que osan pasar por su lúgubre dominio.
          Los celajes con figura de espantapájaros, se doblaban al viento mostrando la penumbra de las sombras que caen en la tarde noche, en sigilosa armonía con los sueños de muerte.
          Una carreta se hamaquea en el trayecto de una vereda que solidariamente es guiada por la figura de un genio humano cubierto con el hábito de una sotana con oscura capucha que oculta el rostro como un ser que muestra el hálito incógnito de su espíritu. El vaho es expulsado a través de las fosas nasales del jumento que hace tracción del vehículo con mediano esfuerzo el movimiento, en el traqueteo de terracería sobre su carga.
          Su maquiavélico cargamento está compuesto por dos bultos, apretadamente confeccionados, sendos cadáveres envueltos en sábanas blancas, que sudan su muerte por los pecados cometidos. En el tablero de la parte posterior del vagón, transporta las estacas de madera que pronto llevarán los nombres y las insignias de los sujetos. En silencio el conductor, eleva sus pensamientos al aire, indiferencia consigna en su carga, sin sensaciones de miedo ni remordimiento solamente como testigo. Los despojos de los ejecutados son ropas y cordeles las máscaras de trapo, que les ocultaron los ojos antes de perder el juicio en el suplicio, un pedazo de cartón en forma de tarjeta amarrada a la bolsa portan la identificación y el almanaque de la sentencia con una doble X, causa indignante que les provocó su muerte.        Pausadamente el trote deformado de la bestia mular al arrastrase sobre las piedras, levantando el sonido de los  cascos sobre el barro que pisa en su tránsito, haciendo que las salpicaduras se impregnen de lodo las ruedas. Las ráfagas de temor circulan en el viento golpeando el rostro del cochero, mientras los cadáveres de los pasajeros se ven sacudidos por el movimiento. El camino tortuoso de donde provienen, rumbo iniciado en el patio del cadalso fincado en la penitenciería, donde fueron ejecutados como sanguinarios delincuentes.
          El pasaje sombrío, en forma de arco, que termina en el portal de ingreso al camposanto, permanece mudo hasta que una desteñida campana retumba una vez por cada víctima y el cortejo transcurre a paso lento hacia la parte mas recóndita y lejana del lugar, alejada de la mirada de los curiosos, entre los sauces y los cipreses que despiertan con su aroma, la boscosa arboleda. Allí se encuentran los sepultureros prestos a efectuar su labor, los agujeros de dos metros ya se encuentran confeccionados, con los terrones de barro y la tierra negra de olvido. Sin mayores lineamientos, los cuerpos son lanzados al fondo de las fosas, como costales de papas, sin aliento y sin pena, el paleo se mueve donde empieza la lluvia de tierra que los ocultará de la vista de los deudos y los caudillos.
          Los cuervos han migrado hasta el árbol de Jacaranda que se levanta en la cúpula del cementerio, es el campo de los desconocidos, de los delincuentes asesinos y sobre todo de los olvidados. En un auditorio de concilio observan, cadenciosas las aves que se esponjan acicalando sus alas, imitando el bullicio que enardece su observancia cuando los hombres dan por finalizado su esfuerzo de enterramiento.

          La multitud se ha hecho solidaria con el castigo de sus asesinos, quienes atados del cuello y manos les hacen caminar sobre la terracería de la calle que confluye en el frontispicio de la municipalidad, las arengas seguidas por el griterillo de las comparsas rebotan en las orillas de la Plaza pidiendo justicia. Los presuntos son puestos de rodillas ante la inminente aparición del jefe edilicio, mientras una barrera humana retiene al grueso de la población que enardecida quiere hacer justicia por su mano. El cofrade utiliza una vara de chirivisco para hacerles, sufrir como latigazos, el castigo ancestral, mientras se enfrentan al representante de la ley.
          El alcalde escucha las quejas en medio del bullicio de los afectados quienes empujan a pedir la muerte de los encartados. Hechores del mas grande los crímenes violación y asesinatos de una niña de escasa edad, quien fue sorprendida por los maleantes en el interior de su casa y ejecutada a mansalva después de consumado el pecado. La madre de la niña llora desconsoladamente, mientras las otras mujeres tratan de consolarla de su pérdida. Las autoridades competentes y la policía han tomado cartas en el asunto y son los encargados de encarcelar a los delincuentes, mientras el ministerio público recaba las declaraciones y las pruebas necesarias del deleznable acto.
          Tras una azarosa y larga participación de los juzgadores, durante  meses de dimes y diretes, recursos y revocatorias, con la escucha de pruebas todo cuanto se ventila en las instancias de un juez, es un veredicto de culpabilidad es el que pende de un hilo para ejecutar.
          Los cuervos de nuevo se aglomeran en las ramas de los árboles del parque, se entonan nerviosos en sacudidas la gritería de los estribillos de una lotería que termina con la condena de MUERTE.
          Otros tantos meses de infeliz espera, sentencia tras sentencia, mas que la solicitud de perdón al gobernante pasan de largo. Es la tristeza matizada de odio y angustia de los encartados, que son abandonados hasta por sus parientes, los prisioneros que se llenan de súplicas para borrar la maldad producida. Un aparente arrepentimiento que circula en la conciencia de los infractores quienes después de causar un irreparable daño, sin humildad gestionan el perdón de Dios, ya que la confesión no le devuelven la vida a las víctimas.
          Las horas de la madrugada transcurren de niebla y frío, la gendarmería penitenciaria  marchan con formación militar, haciéndole valla a los condenados, quienes amarrados fuertemente de las manos a su espalda desfilan entre los guardias, un destemplado redoblante les indica de cómo marcar el paso. El cortejo ingresa al patio central del cuartel, donde una enorme Ceiba antañona, le hace sombra a los escalones de una tarima improvisada de tablones de pino donde reposan los parales que cruzan de un lado a otro y sostienen los fatídicos cordeles, lazos entorchados con nudos de varias vueltas que terminan en un aza de la horca. Cadalso sin estreno que está pronto para recibir a los condenados frente a su estancia de muerte, son conducidos y se les  instala erguidos sobre bancos de regular tamaño para que alancen la altura de los lazos.
          El grueso nudo, áspero de maguey, se les enrolla en los lánguidos cuellos, que se recuestan a la izquierda sobre los hombros. Las capuchas oscuras han sido encasquetadas en los condenados, quienes no verán la proximidad del acto, se dejarán escuchar únicamente las frases de su sentencia, que termina con el paso de la ejecución.
          Se escucha el toque continuo del tambor, que va en incremento, mas activo y frecuente, junto a la tensión, hasta llegar al momento de en toque de queda, silencio que se interrumpe con la ejecución. Se remueven los bancos de una patada, el verdugo hace pender los cuerpos por estrangulamiento. Se aprieta la soga y el aliento deja de llegar. Los asesinos se sacuden, para mostrar las últimas instancias de vida que pasa por sus venas, hasta cumplir con los estertores, que hacen que abandone el espíritu del cuerpo.
          Los cuerpos son soltados de las alturas y ensamblados en mortajas de trapo y cargados en el carretón de funerario destino, que arranca hasta la salida del cuartel y se dirige al cementerio. Los cuervos deambulan por los alrededor del cortejo, la mancha precede el catafalco soltando augurios durante la marcha, hasta hacerse vecinos del terruño donde se efectúa el entierro.
 

martes, 18 de febrero de 2014

EL HIJO DEL ADMINISTRADOR



          El bullicio de la actividad pueblerina se manifestaba a lo largo de la calle que se tornaba en mercado, marcado por los calurosos días de la Semana Santa. El fragor de la cocina matizada con la elaboración de las tortillas que brincaban alegres en los comales de barro, la olla rebosante de caldo y el brillante aroma de los guisados con abundante tomate y las ricas viandas curtidas de arroz.
          Bajo las órdenes de la cocinera mayor, Doña Chayo, madre de Carmelina, la jovencita angelical que en pequeño delantal de florecitas se prestaba hacendosa, era la encargada darle vuelta a los guisos que respingaban en el sartén cubierto de aceites Chispuda la patoja de unos 14 años, de dorados cachetes y grandes ojos negros, que se fajaba en las actividades del comedor en apoyo a su mamá.
          Los comensales siempre la chuleaban, su hermoso cabello largo de color negro que le caía sobre la espalda, se colocaba unos hules que junto a la base del cuero cabelludo le estiraban los rizos, prensados para dejar visible la cola. Su juvenil cuerpo pintaba para una muchacha hermosa y simpática, que  mostraba su coquetería en su alegría. Cantaba trozos de canciones de moda  o se dedicaba a tararearlas cuando se dedicaba a la lavandería de los cubiertos y trastos.
          El casco del poblado donde se encontraba la estación del ferrocarril trabajaba un hombre de bigotes anchos y gorra de maquinista, que se encargaba de administrar la oficina del tren, La circunferencia de su cintura de unas cuantas pulgadas de mas, reposaba su barriga sobre el cinturón de cuero. Sentado él, permanecía en reposo durante las horas en que el ferroviario no transitaba, actividad que le circunscribía a la llegada y partida del convoy.
          Ese día en el transporte de pasajeros había arribado Luis fer, su único hijo, jovencito vivaracho que llegaba a disfrutar de esas pequeñas vacaciones de medio año, el chico estudiaba en la capital y llegaba con muchas ilusiones de disfrutar de la campiña, unos cuantos libros para el repaso de sus clase y con muchas ideas en su cabeza para plasmarlas como era escribir su inspiración en papel.
          El joven le encantaba escribir y se pasaba largas horas en la maquina de escribir Royal de la oficina de su padre. Con solo dos dedos picoteaba las redondas teclas que perforaban la cinta que se arrugaba al paso por el carrete, mientras las hojas de papel periódico pasaban a recoger las efemérides pintadas en su lomo.
          El asistente del administrador, Manuel era el encargado de mantener limpia la vivienda y en los horarios de las comidas ir a recoger las alegres viandas enviadas desde el comedor de la cercanía. Si el comedor de doña Chayo, la turumba de fresco de piña, el muñeco de un montón de  tortillas y los recipientes de comida que dejaban un aroma de exquisitez en todo el trayecto hasta la oficina, era todo un espectáculo la romería del regreso cuando con la curiosidad de lo contado por el asistente en la devolución del contingente se hacía acompañar por Luis fer, quien curioso se asomaba a la puerta de la cocina para husmear y enseñarse frente a la chica.
          Ella aunque muy sonriente no le miraba de frente, mas bien agachaba la cabeza halando las comisuras labiales para mostrar tímidamente sus dientes.
--- Oye Carmelina ven…! Te quieren conocer ---le gritaba Manuel desde las afueras.
          Se sonrojaba como tomate y no intentaba a decir nada, continuando con su labor de lavado de trastos, a pesar de las insistencias la chica medio mish se escondía tras la puerta con el fin de no dejarse ver, pero aprovechaba las rejillas de la sisa de madera para echarle un ojo al simpático patojo recién llegado, con peinado a la moda del rock, playera de manga corta y pantalones jeans. Con la misma  timidez el chico se retiraba algo frustrado al no tener respuesta, con la esperanza que otro día fuera el de la suerte de poder encararla o fuera mas accesible para presentarse e iniciarle una charla.
          Pasaron los días y en cada oportunidad el joven se asomaba aun sin la escusa de los trastos a los linderos del comedor, pescueceando con la idea de ver a la Carmelina. Optó por una de sus ocurrencias ya que entonces el interés se había incrementado ir a atalayarla en el caminito que se recorría para ir a recoger agua al río.
          Ella había mostrado cambios en su apariencia, ahora trataba de mantenerse bien peinada, una diadema le coronaba sus cabellos que le daban un atractivo especial, con sus ropas bien limpias y planchadas, con sus zapatitos cuando salía del cuarto del comedor.
          Una mañana se arregló y tomó el cántaro, se quitó el delantal, se alisó el vestido y salió de la casa. Caminaba a paso lento, como intuyendo el encuentro, en el descenso hacia el Ojo de agua tropezó con Luis fer, quien se quedó petrificado al verla, el sol le daba de frente mostrando su lindo y radiante rostro, sin detenerse pasó a su lado y se inclinó junto a la posa de agua para llenar su trasto. El chico se acercó, lleno de valor mientras ella se colocaba el trapo enrollado en su cabeza, le indicó.
--- Te ayudo con el cántaro…---
          De principio el mutismo , pero no se hizo esperar la respuesta como entre dientes.
--- Si quiere!, o acaso Ud. Lo va a cargar.---
          La respuesta inhibió al joven que en pleno envión había levantado el cántaro a la altura de la cintura…
---Haber súbalo, o acaso le pesa mucho?...--- Ella se agachó por un momento para acomodarlo sobre su cabeza --- Creía que tenía fuerza, ahh!...---
          Eso le lastimó y para no quedarse en el aire, respondió.
--- Haber yo lo cargo!...--- insistió con un poco mas de euforia--- cosas mas grandes he cargado, no digo!---
--- Ja, Ja, Ja…No me diga, en la cabeza?,  no creo a lo mejor la gorra  Ja, Ja, Ja ---
          El encuentro se había dado y las primeras palabras habían sido para romper el hielo. Cercano a la entrada de la casa le detuvo, después de un período de si y no.
--- Mejor se va por otro lado, ni quiero que lo vean en mi casa.--- apresuró el paso, al llegar a la entrada descendiendo el cántaro,  movió su cabeza y con la mano le envión un adiós muy singular.
          Por la tarde y por la prevención de la madre la chica se mantuvo junto al fuego gran parte del tiempo, quizás con la esperanza de tan solo poder verlo, pero solo Manuel hizo su ingreso al lugar a su acostumbrada visita, se le acercó sigilosamente y le metió la mano en la bolsa del delantal, sin mediar palabra recogió el rancho, despareciendo entre los celajes de la tarde.
          Curiosa buscó en su bolso que había depositado, encontrado un papel  en 8 dobleces, lo vio, redobló y  posteriormente lo guardó en un deshojado cuaderno donde practicaba su escritura. Así habían llegado varias notas que le mostraban y le impactaban por los corazoncitos pintados de rojo con una flecha atravesando de arriba abajo. Al principio los arrugaba junto a su pecho y luego los guardaba.
          La pálida luna se enmarcaba en el cenit iluminando en parte los escalones de la entrada de la estación, el silencio de las chicharras, que pedían la lluvia se hacía cada vez mas intensa, los sapos saltarines en su croa-croa regocijaban el ejercicio, así como la ola de calor, que alborotaban los zancudos. Nerviosamente el adolescente hacía espera,  se caminaba por el pasillo, se sentaba, al momento se ponía de pie, intrigado y nervioso esperaba con ansias su llegada. Pero Carmelina no se apareció.
          El despunte del alba no se hizo esperar. Tras el canto de los gallos que vieron salir los primeros rayos del sol. El pito del ferrocarril anunció la llegada del tren de pasajeros rumbo a la capital. El chico junto a su padre hacía valla a la entrada de los furgones de ventanales y asientos.
          Manuel corrió hasta el comedor, donde encontró a Carmelina, recién levantada y a punto de echar las tortillas del desayuno:
--- Muchacha , que haces?, niña que te pasa? acaso no leíste el mensaje que te deje ayer… Luis fer se va para la capital, se  encuentra en la estación a punto de tomar el tren que lo lleva a su casa, vamos adelántate, no te quieres despedir de él?---
          Ella se arrancó el delantal y salió corriendo, justo cuando el silbido lanzado por la máquina se anunciaba con el despegue, que arrastrada lentamente movía el convoy , efectivamente el envión y los jalones daban  vuelta las ruedas sobre los rieles, ella en su desesperación se asomó entre los callejones de las casuchas y los vagones abandonados, en el momento que en la ventana se alargaba el cuerpo del muchacho en su búsqueda. Ella caminó a la par de movimiento de tren, haciéndole señas hasta logró dejarse ver.
          El gritó:
--- Carmelina, que linda sos, sabes que nunca te dije pero te quiero mucho, te envié una nota, pues quería despedirme de ti con un beso pero tú nunca llegaste. Luego te vendré a buscar. Te amo niña bella.---
--- Perdóname, no pude ver el papelito, pero yo siento lo mismo por ti.--- tomó la palma  de su mano recogió y le lanzó un beso, en un adiós de mucha tristeza.
          El humo de la chimenea de la maquina y el soplo del vapor en sus lados empañó el lugar, mientras el transporte tomaba velocidad y empezaba a perderse en la distancia.
          Con lágrimas en sus ojos la chica linda, retornó por el camino que había llegado, acongojada y rabiosa zapateaba los terrones de tierra a su paso.
--- Como no le dije que aun no había aprendido a leer…!---