martes, 18 de febrero de 2014

EL HIJO DEL ADMINISTRADOR



          El bullicio de la actividad pueblerina se manifestaba a lo largo de la calle que se tornaba en mercado, marcado por los calurosos días de la Semana Santa. El fragor de la cocina matizada con la elaboración de las tortillas que brincaban alegres en los comales de barro, la olla rebosante de caldo y el brillante aroma de los guisados con abundante tomate y las ricas viandas curtidas de arroz.
          Bajo las órdenes de la cocinera mayor, Doña Chayo, madre de Carmelina, la jovencita angelical que en pequeño delantal de florecitas se prestaba hacendosa, era la encargada darle vuelta a los guisos que respingaban en el sartén cubierto de aceites Chispuda la patoja de unos 14 años, de dorados cachetes y grandes ojos negros, que se fajaba en las actividades del comedor en apoyo a su mamá.
          Los comensales siempre la chuleaban, su hermoso cabello largo de color negro que le caía sobre la espalda, se colocaba unos hules que junto a la base del cuero cabelludo le estiraban los rizos, prensados para dejar visible la cola. Su juvenil cuerpo pintaba para una muchacha hermosa y simpática, que  mostraba su coquetería en su alegría. Cantaba trozos de canciones de moda  o se dedicaba a tararearlas cuando se dedicaba a la lavandería de los cubiertos y trastos.
          El casco del poblado donde se encontraba la estación del ferrocarril trabajaba un hombre de bigotes anchos y gorra de maquinista, que se encargaba de administrar la oficina del tren, La circunferencia de su cintura de unas cuantas pulgadas de mas, reposaba su barriga sobre el cinturón de cuero. Sentado él, permanecía en reposo durante las horas en que el ferroviario no transitaba, actividad que le circunscribía a la llegada y partida del convoy.
          Ese día en el transporte de pasajeros había arribado Luis fer, su único hijo, jovencito vivaracho que llegaba a disfrutar de esas pequeñas vacaciones de medio año, el chico estudiaba en la capital y llegaba con muchas ilusiones de disfrutar de la campiña, unos cuantos libros para el repaso de sus clase y con muchas ideas en su cabeza para plasmarlas como era escribir su inspiración en papel.
          El joven le encantaba escribir y se pasaba largas horas en la maquina de escribir Royal de la oficina de su padre. Con solo dos dedos picoteaba las redondas teclas que perforaban la cinta que se arrugaba al paso por el carrete, mientras las hojas de papel periódico pasaban a recoger las efemérides pintadas en su lomo.
          El asistente del administrador, Manuel era el encargado de mantener limpia la vivienda y en los horarios de las comidas ir a recoger las alegres viandas enviadas desde el comedor de la cercanía. Si el comedor de doña Chayo, la turumba de fresco de piña, el muñeco de un montón de  tortillas y los recipientes de comida que dejaban un aroma de exquisitez en todo el trayecto hasta la oficina, era todo un espectáculo la romería del regreso cuando con la curiosidad de lo contado por el asistente en la devolución del contingente se hacía acompañar por Luis fer, quien curioso se asomaba a la puerta de la cocina para husmear y enseñarse frente a la chica.
          Ella aunque muy sonriente no le miraba de frente, mas bien agachaba la cabeza halando las comisuras labiales para mostrar tímidamente sus dientes.
--- Oye Carmelina ven…! Te quieren conocer ---le gritaba Manuel desde las afueras.
          Se sonrojaba como tomate y no intentaba a decir nada, continuando con su labor de lavado de trastos, a pesar de las insistencias la chica medio mish se escondía tras la puerta con el fin de no dejarse ver, pero aprovechaba las rejillas de la sisa de madera para echarle un ojo al simpático patojo recién llegado, con peinado a la moda del rock, playera de manga corta y pantalones jeans. Con la misma  timidez el chico se retiraba algo frustrado al no tener respuesta, con la esperanza que otro día fuera el de la suerte de poder encararla o fuera mas accesible para presentarse e iniciarle una charla.
          Pasaron los días y en cada oportunidad el joven se asomaba aun sin la escusa de los trastos a los linderos del comedor, pescueceando con la idea de ver a la Carmelina. Optó por una de sus ocurrencias ya que entonces el interés se había incrementado ir a atalayarla en el caminito que se recorría para ir a recoger agua al río.
          Ella había mostrado cambios en su apariencia, ahora trataba de mantenerse bien peinada, una diadema le coronaba sus cabellos que le daban un atractivo especial, con sus ropas bien limpias y planchadas, con sus zapatitos cuando salía del cuarto del comedor.
          Una mañana se arregló y tomó el cántaro, se quitó el delantal, se alisó el vestido y salió de la casa. Caminaba a paso lento, como intuyendo el encuentro, en el descenso hacia el Ojo de agua tropezó con Luis fer, quien se quedó petrificado al verla, el sol le daba de frente mostrando su lindo y radiante rostro, sin detenerse pasó a su lado y se inclinó junto a la posa de agua para llenar su trasto. El chico se acercó, lleno de valor mientras ella se colocaba el trapo enrollado en su cabeza, le indicó.
--- Te ayudo con el cántaro…---
          De principio el mutismo , pero no se hizo esperar la respuesta como entre dientes.
--- Si quiere!, o acaso Ud. Lo va a cargar.---
          La respuesta inhibió al joven que en pleno envión había levantado el cántaro a la altura de la cintura…
---Haber súbalo, o acaso le pesa mucho?...--- Ella se agachó por un momento para acomodarlo sobre su cabeza --- Creía que tenía fuerza, ahh!...---
          Eso le lastimó y para no quedarse en el aire, respondió.
--- Haber yo lo cargo!...--- insistió con un poco mas de euforia--- cosas mas grandes he cargado, no digo!---
--- Ja, Ja, Ja…No me diga, en la cabeza?,  no creo a lo mejor la gorra  Ja, Ja, Ja ---
          El encuentro se había dado y las primeras palabras habían sido para romper el hielo. Cercano a la entrada de la casa le detuvo, después de un período de si y no.
--- Mejor se va por otro lado, ni quiero que lo vean en mi casa.--- apresuró el paso, al llegar a la entrada descendiendo el cántaro,  movió su cabeza y con la mano le envión un adiós muy singular.
          Por la tarde y por la prevención de la madre la chica se mantuvo junto al fuego gran parte del tiempo, quizás con la esperanza de tan solo poder verlo, pero solo Manuel hizo su ingreso al lugar a su acostumbrada visita, se le acercó sigilosamente y le metió la mano en la bolsa del delantal, sin mediar palabra recogió el rancho, despareciendo entre los celajes de la tarde.
          Curiosa buscó en su bolso que había depositado, encontrado un papel  en 8 dobleces, lo vio, redobló y  posteriormente lo guardó en un deshojado cuaderno donde practicaba su escritura. Así habían llegado varias notas que le mostraban y le impactaban por los corazoncitos pintados de rojo con una flecha atravesando de arriba abajo. Al principio los arrugaba junto a su pecho y luego los guardaba.
          La pálida luna se enmarcaba en el cenit iluminando en parte los escalones de la entrada de la estación, el silencio de las chicharras, que pedían la lluvia se hacía cada vez mas intensa, los sapos saltarines en su croa-croa regocijaban el ejercicio, así como la ola de calor, que alborotaban los zancudos. Nerviosamente el adolescente hacía espera,  se caminaba por el pasillo, se sentaba, al momento se ponía de pie, intrigado y nervioso esperaba con ansias su llegada. Pero Carmelina no se apareció.
          El despunte del alba no se hizo esperar. Tras el canto de los gallos que vieron salir los primeros rayos del sol. El pito del ferrocarril anunció la llegada del tren de pasajeros rumbo a la capital. El chico junto a su padre hacía valla a la entrada de los furgones de ventanales y asientos.
          Manuel corrió hasta el comedor, donde encontró a Carmelina, recién levantada y a punto de echar las tortillas del desayuno:
--- Muchacha , que haces?, niña que te pasa? acaso no leíste el mensaje que te deje ayer… Luis fer se va para la capital, se  encuentra en la estación a punto de tomar el tren que lo lleva a su casa, vamos adelántate, no te quieres despedir de él?---
          Ella se arrancó el delantal y salió corriendo, justo cuando el silbido lanzado por la máquina se anunciaba con el despegue, que arrastrada lentamente movía el convoy , efectivamente el envión y los jalones daban  vuelta las ruedas sobre los rieles, ella en su desesperación se asomó entre los callejones de las casuchas y los vagones abandonados, en el momento que en la ventana se alargaba el cuerpo del muchacho en su búsqueda. Ella caminó a la par de movimiento de tren, haciéndole señas hasta logró dejarse ver.
          El gritó:
--- Carmelina, que linda sos, sabes que nunca te dije pero te quiero mucho, te envié una nota, pues quería despedirme de ti con un beso pero tú nunca llegaste. Luego te vendré a buscar. Te amo niña bella.---
--- Perdóname, no pude ver el papelito, pero yo siento lo mismo por ti.--- tomó la palma  de su mano recogió y le lanzó un beso, en un adiós de mucha tristeza.
          El humo de la chimenea de la maquina y el soplo del vapor en sus lados empañó el lugar, mientras el transporte tomaba velocidad y empezaba a perderse en la distancia.
          Con lágrimas en sus ojos la chica linda, retornó por el camino que había llegado, acongojada y rabiosa zapateaba los terrones de tierra a su paso.
--- Como no le dije que aun no había aprendido a leer…!---

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