El bullicio de la actividad
pueblerina se manifestaba a lo largo de la calle que se tornaba en mercado,
marcado por los calurosos días de la Semana
Santa. El fragor de la cocina matizada con la elaboración de
las tortillas que brincaban alegres en los comales de barro, la olla rebosante
de caldo y el brillante aroma de los guisados con abundante tomate y las ricas
viandas curtidas de arroz.
Bajo
las órdenes de la cocinera mayor, Doña Chayo, madre de Carmelina, la jovencita
angelical que en pequeño delantal de florecitas se prestaba hacendosa, era la
encargada darle vuelta a los guisos que respingaban en el sartén cubierto de
aceites Chispuda la patoja de unos 14 años, de dorados cachetes y grandes ojos
negros, que se fajaba en las actividades del comedor en apoyo a su mamá.
Los
comensales siempre la chuleaban, su hermoso cabello largo de color negro que le
caía sobre la espalda, se colocaba unos hules que junto a la base del cuero
cabelludo le estiraban los rizos, prensados para dejar visible la cola. Su
juvenil cuerpo pintaba para una muchacha hermosa y simpática, que mostraba su coquetería en su alegría. Cantaba
trozos de canciones de moda o se dedicaba
a tararearlas cuando se dedicaba a la lavandería de los cubiertos y trastos.
El
casco del poblado donde se encontraba la estación del ferrocarril trabajaba un
hombre de bigotes anchos y gorra de maquinista, que se encargaba de administrar
la oficina del tren, La circunferencia de su cintura de unas cuantas pulgadas
de mas, reposaba su barriga sobre el cinturón de cuero. Sentado él, permanecía
en reposo durante las horas en que el ferroviario no transitaba, actividad que le
circunscribía a la llegada y partida del convoy.
Ese
día en el transporte de pasajeros había arribado Luis fer, su único hijo,
jovencito vivaracho que llegaba a disfrutar de esas pequeñas vacaciones de
medio año, el chico estudiaba en la capital y llegaba con muchas ilusiones de
disfrutar de la campiña, unos cuantos libros para el repaso de sus clase y con
muchas ideas en su cabeza para plasmarlas como era escribir su inspiración en
papel.
El
joven le encantaba escribir y se pasaba largas horas en la maquina de escribir
Royal de la oficina de su padre. Con solo dos dedos picoteaba las redondas
teclas que perforaban la cinta que se arrugaba al paso por el carrete, mientras
las hojas de papel periódico pasaban a recoger las efemérides pintadas en su
lomo.
El
asistente del administrador, Manuel era el encargado de mantener limpia la
vivienda y en los horarios de las comidas ir a recoger las alegres viandas
enviadas desde el comedor de la cercanía. Si el comedor de doña Chayo, la
turumba de fresco de piña, el muñeco de un montón de tortillas y los recipientes de comida que
dejaban un aroma de exquisitez en todo el trayecto hasta la oficina, era todo
un espectáculo la romería del regreso cuando con la curiosidad de lo contado
por el asistente en la devolución del contingente se hacía acompañar por Luis
fer, quien curioso se asomaba a la puerta de la cocina para husmear y enseñarse
frente a la chica.
Ella
aunque muy sonriente no le miraba de frente, mas bien agachaba la cabeza
halando las comisuras labiales para mostrar tímidamente sus dientes.
--- Oye Carmelina ven…! Te quieren
conocer ---le gritaba Manuel desde las afueras.
Se
sonrojaba como tomate y no intentaba a decir nada, continuando con su labor de
lavado de trastos, a pesar de las insistencias la chica medio mish se escondía tras
la puerta con el fin de no dejarse ver, pero aprovechaba las rejillas de la sisa
de madera para echarle un ojo al simpático patojo recién llegado, con peinado a
la moda del rock, playera de manga corta y pantalones jeans. Con la misma timidez el chico se retiraba algo frustrado al
no tener respuesta, con la esperanza que otro día fuera el de la suerte de poder
encararla o fuera mas accesible para presentarse e iniciarle una charla.
Pasaron
los días y en cada oportunidad el joven se asomaba aun sin la escusa de los
trastos a los linderos del comedor, pescueceando con la idea de ver a la Carmelina. Optó por
una de sus ocurrencias ya que entonces el interés se había incrementado ir a
atalayarla en el caminito que se recorría para ir a recoger agua al río.
Ella
había mostrado cambios en su apariencia, ahora trataba de mantenerse bien peinada,
una diadema le coronaba sus cabellos que le daban un atractivo especial, con
sus ropas bien limpias y planchadas, con sus zapatitos cuando salía del cuarto
del comedor.
Una
mañana se arregló y tomó el cántaro, se quitó el delantal, se alisó el vestido
y salió de la casa. Caminaba a paso lento, como intuyendo el encuentro, en el
descenso hacia el Ojo de agua tropezó con Luis fer, quien se quedó petrificado
al verla, el sol le daba de frente mostrando su lindo y radiante rostro, sin
detenerse pasó a su lado y se inclinó junto a la posa de agua para llenar su
trasto. El chico se acercó, lleno de valor mientras ella se colocaba el trapo
enrollado en su cabeza, le indicó.
--- Te ayudo con el cántaro…---
De
principio el mutismo , pero no se hizo esperar la respuesta como entre dientes.
--- Si quiere!, o acaso Ud. Lo va a
cargar.---
La
respuesta inhibió al joven que en pleno envión había levantado el cántaro a la
altura de la cintura…
---Haber súbalo, o acaso le pesa
mucho?...--- Ella se agachó por un momento para acomodarlo sobre su cabeza ---
Creía que tenía fuerza, ahh!...---
Eso
le lastimó y para no quedarse en el aire, respondió.
--- Haber yo lo cargo!...---
insistió con un poco mas de euforia--- cosas mas grandes he cargado, no
digo!---
--- Ja, Ja, Ja…No me diga, en la
cabeza?, no creo a lo mejor la gorra Ja, Ja, Ja ---
El
encuentro se había dado y las primeras palabras habían sido para romper el
hielo. Cercano a la entrada de la casa le detuvo, después de un período de si y
no.
--- Mejor se va por otro lado, ni
quiero que lo vean en mi casa.--- apresuró el paso, al llegar a la entrada
descendiendo el cántaro, movió su cabeza
y con la mano le envión un adiós muy singular.
Por
la tarde y por la prevención de la madre la chica se mantuvo junto al fuego
gran parte del tiempo, quizás con la esperanza de tan solo poder verlo, pero
solo Manuel hizo su ingreso al lugar a su acostumbrada visita, se le acercó
sigilosamente y le metió la mano en la bolsa del delantal, sin mediar palabra
recogió el rancho, despareciendo entre los celajes de la tarde.
Curiosa
buscó en su bolso que había depositado, encontrado un papel en 8 dobleces, lo vio, redobló y posteriormente lo guardó en un deshojado
cuaderno donde practicaba su escritura. Así habían llegado varias notas que le mostraban
y le impactaban por los corazoncitos pintados de rojo con una flecha
atravesando de arriba abajo. Al principio los arrugaba junto a su pecho y luego
los guardaba.
La
pálida luna se enmarcaba en el cenit iluminando en parte los escalones de la
entrada de la estación, el silencio de las chicharras, que pedían la lluvia se
hacía cada vez mas intensa, los sapos saltarines en su croa-croa regocijaban el
ejercicio, así como la ola de calor, que alborotaban los zancudos.
Nerviosamente el adolescente hacía espera, se caminaba por el pasillo, se sentaba, al
momento se ponía de pie, intrigado y nervioso esperaba con ansias su llegada. Pero
Carmelina no se apareció.
El
despunte del alba no se hizo esperar. Tras el canto de los gallos que vieron
salir los primeros rayos del sol. El pito del ferrocarril anunció la llegada
del tren de pasajeros rumbo a la capital. El chico junto a su padre hacía valla
a la entrada de los furgones de ventanales y asientos.
Manuel
corrió hasta el comedor, donde encontró a Carmelina, recién levantada y a punto
de echar las tortillas del desayuno:
--- Muchacha , que haces?, niña que
te pasa? acaso no leíste el mensaje que te deje ayer… Luis fer se va para la
capital, se encuentra en la estación a
punto de tomar el tren que lo lleva a su casa, vamos adelántate, no te quieres
despedir de él?---
Ella
se arrancó el delantal y salió corriendo, justo cuando el silbido lanzado por
la máquina se anunciaba con el despegue, que arrastrada lentamente movía el
convoy , efectivamente el envión y los jalones daban vuelta las ruedas sobre los rieles, ella en su
desesperación se asomó entre los callejones de las casuchas y los vagones
abandonados, en el momento que en la ventana se alargaba el cuerpo del muchacho
en su búsqueda. Ella caminó a la par de movimiento de tren, haciéndole señas
hasta logró dejarse ver.
El
gritó:
--- Carmelina, que linda sos, sabes
que nunca te dije pero te quiero mucho, te envié una nota, pues quería
despedirme de ti con un beso pero tú nunca llegaste. Luego te vendré a buscar.
Te amo niña bella.---
--- Perdóname, no pude ver el
papelito, pero yo siento lo mismo por ti.--- tomó la palma de su mano recogió y le lanzó un beso, en un
adiós de mucha tristeza.
El
humo de la chimenea de la maquina y el soplo del vapor en sus lados empañó el
lugar, mientras el transporte tomaba velocidad y empezaba a perderse en la
distancia.
Con
lágrimas en sus ojos la chica linda, retornó por el camino que había llegado,
acongojada y rabiosa zapateaba los terrones de tierra a su paso.
--- Como no le dije que aun no había
aprendido a leer…!---
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