viernes, 7 de febrero de 2014

UN CAFE CON TU CONCIENCIA



          “Oye desde que te encontré te vi plácidamente sentado, frente al canasto repleto de champurradas que soltaban aroma a pan recién horneado, que hacías, Prudencio, recostado sobre tus codos, meditando las aventuras de lo que pudo ser tu vida, te agachabas frente a una humeante taza de café, imaginado que a través del humo que buscaba el cielo. Ibas a renacer. Me atrevo a decir que de las cosas que imaginabas, era en permanecer lejos de las actividades de trabajo, fuera de concurrir a ganarse honestamente la vida, afianzado a buscar un modus vivendi orientado a la pereza”
          “Te desperezabas estirando los brazos, dando muestras del letargo que te embargaba, tras ingerir un sorbo del elíxir, que quizás en otros tiempos te estimulaba para continuar la azarosa historias que se tejía en tu mente.
“Yo tu conciencia me veía opacada por tu actitud, no mas castillos en el aire, ni tan siquiera la imaginaria de tu cerebro era posible despertar, habías caído en el sopor de no querer hacer nada, mendingando los escasos esfuerzos para la consecución de un trabajo que te mantuviera a flote, algo para pasar el tiempo que te ayudara como suplir tus necesidades para seguir adelante.”
          “Vamos y el espíritu que?, eso te planteaba como tu conciencia. Era tu imagen a espejo que junto a los avatares de la vida te exigía un pedazo de intención para hacerte reaccionar,  y te repetía, ¡Oye! no hay que quedarse estancado solo en el pensar, te señalaba lo bueno que eras en el pasado para traer a tu mente quimeras, cuando de niño, aguerrido, buscabas estar adelante, realizando labores, que luego se desvanecían, al encontrar tropiezos.”
          “Que mas ahora te haces el sordo, de pronto cierras tus ojos, obstruyes tus oídos, te conformas con cambiar de lado del cachete que reposas sobre la mesa.
          Vamos, no es de quedarse en posición de pereza, levanta el ánimo.---  mientras te somataba la espalda con mi invisible mano.
          Muchas veces te vi, como te incorporabas lentamente, acudías a un nuevo sorbo de café, te mataba la pereza, volviéndote a desplomar sobre el tapete, como quien no pone interés en escuchar los consejos de tu otro yo”.
          “Te impulsaba, con el instinto y hacerte tomar un aire para deambular por las calles, con tu fachada de indiferencia, figura por Dios Santo, tus pantalones guangochos, la camisa por fuera del cinturón y una gorra de lana que te ocultaba el desteñido rostro. Hurgaba en tu sentir, pero los pensamientos seguían siendo fríos, sin mas allá, ocultabas las manos entre los bolsillos para disimular el frío y luego apostabas a buscar una grada en el portal de una casa, o en el bordillo de una esquina para recuperar el aliento que habías perdido junto a tu alma”..
          “A tu espalda con tus espíritus personales nos acercábamos para confrontarte e infundirte gracia. Los susurros que intrépidamente hacíamos cruzar por tus orejas se volvía letanías olvidadas al no tener eco en la psiquis de tu ser. Haciendo un retórico esfuerzo, dabas marcha atrás, para detenerte en los barrotes de arte que circundaban el atrio de la iglesia.
          Locales sacros que en sus adentros retocaba la música de cancioncitas que le estimulaban algún recuerdo del pasado, entonces acomodabas tu famélico cuerpo en alguna de las bancas, donde sacabas un cigarrillo a medio fumar, restregando un fósforo en la carterita a la que le quedaba solo el zócalo de donde se prende, con dos sobones la lumbre se hacía, quemando el papel y tabaco de tu pito”.
          “Entonces Yo…la conciencia volvía a la carga, sentada en el esquinero de tu banca para insinuarte recomendaciones de estimulo a tu ido amanecer.
Vamos… Prudencio, que te hace pensar que las cosas caerán del cielo. Ándale búscate un camino, una labor, no desperdicies así tu vida…
          A pesar de indicaciones, como si nada, tu seguías en el limbo, el humo de tu cigarrillo exhalado por nariz y boca, se perdía en el espacio de las ideas, así como las palabras que se arrastraban por el viento, te rascabas la cabellera ya abundante, te encasquetaba nuevamente la gorra y parsimoniosamente te retirabas. Arrastrando los pies hasta converger en la boca calle donde te cruzabas en mi camino, más que oídos sordos porque optabas por regresar hasta la vivienda, en el trayecto veía a los transeúntes como se apartaban de tu figura, cambiando de acera o de buscar la mayor distancia para no pasar junto a tu desaliñada humanidad.”
          “Hablabas en silencio contigo mismo, como un director de orquesta que con su dedo índice hace maromas para reflejar lo que en sus discursos balbuceaba en el dictado de  una plática. Señalando en ocaciones hasta el cielo, ocultándose del sol que te brillaba.
          Tocaba tu mente y empujaba tu espalda con el fin de que hicieras el esfuerzo de poner atención, huías desenfrenadamente ante las peticiones de los espíritus que mostraban diferentes caras, el heroísmo pestilente del mal y los jinetes apocalípticos de los vicios, que te acosaban con una vida fácil, camino lleno de fantasías, cultivados con granjerías de poder y abrumado de tesoros.  Siempre te acompañaba entre el humor y la piel como tu alma gemela, a lo mejor tú no lo veías como castigo. 
          Cerrabas a mi paso la puerta de la entrada, con pestillo y candado, para impedir que te siguiera, pero me colaba entre tus alientos marcando el paso hasta donde te escondías en los rincones de la casa. Asumiendo mi obligación me encerraba frente a tus ojos, con la simple presencia para presionarte hacia el deseo positivo que siempre cargabas en la espalda, te acurrucabas en el colchón de tu cama cubriéndote por completo con las sábanas de la indiferencia y del no quiero, hasta que te olvidabas  de todo con el tránsito del sueño.”
          “Si, Prudencio, tu conciencia, naciste con ella y te enterraran igual, donde siempre hubo alivio cuando obraste en bien, me hiciste solazar, cuando mediante tus escasos actor de caridad dieron al traste con tu comportamiento, me agradaste cuando de tu propia inspiración te acercaste al ataúd de tu madre a depositar una rosa de recuerdo, cuando rompiste con la beligerancia de tu padrastro, quien te daba malos tratos. Vaya si no fue alivio en la entrega de las notas y el respectivo cartón a la hora de terminar la escuela primaria.
          Si, me vi en trapos de cucaracha y despechada frustración en el momento que tras bambalinas entraste a mundo de la droga, porfavoer no me eches el muerto, yo estaba allí, pero tampoco me escuchaste, con miles de excusas, te incorporaste a esa vida, ya soy grande y puedo hacer lo que me venga en gana, que los amigos me hacen sentir poderoso, etc. Reventaste el vínculo con el espíritu y te dejaste llevar por las lisonjearías de quienes “te querían tanto”, manchas en tu piel dirigidas a dar pertenencia a las maras a través de tatuajes malévolos, que señalaron no solo tu cuerpo, tu alma”
“Si…. Amigo has caído muy bajo y yo contigo, ya no hay amigos, no hay poder, no hay dinero, eres tan solo una piltrafa de hombre, huyendo de ti mismo, rodeado de frustraciones.
          El mayor desamparo y necesidad de todo, ayer te vi frente a una taza de café, mas tarde fumando una colilla de cigarrillo, con la agonía de no tener un pan para llenar tu estómago. Sigues desalineado, sucio y en pleno abandono, las vicisitudes de la vida te agobian y las enfermedades te asedian a lo largo y a lo ancho. Más yo no puedo mas que dictarte, no he podido romper tu sordera y menos tu buen juicio”.
          Hoy estuve en tu lecho de muerte en una abandonada cama de hospital, en el pabellón de uno de los males del siglo, nos encaramos para darnos una despedida, la caja de pino que contiene además de tus restos me hace espacio, creo que hasta hoy y siempre has escuchado mis consejos, mas no los has practicado, veras que todo el mundo te ha olvidado, en este no habrá velatorio,  el entierro será frente al sepulturero, nadie mas”
          Sin asomo de flores y menos de lápida este desconocido pasará los próximos años en esta fría fosa, hasta que se convierta en polvo. En la escuálida cruz de madera que señala su mortuaria morada, rezará.

 “AQUÍ YACE PRUDENCIO Y SU CONCIENCIA”    

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