“Oye
desde que te encontré te vi plácidamente sentado, frente al canasto repleto de
champurradas que soltaban aroma a pan recién horneado, que hacías, Prudencio,
recostado sobre tus codos, meditando las aventuras de lo que pudo ser tu vida, te
agachabas frente a una humeante taza de café, imaginado que a través del humo que
buscaba el cielo. Ibas a renacer. Me atrevo a decir que de las cosas que imaginabas,
era en permanecer lejos de las actividades de trabajo, fuera de concurrir a ganarse
honestamente la vida, afianzado a buscar un modus vivendi orientado a la pereza”
“Te
desperezabas estirando los brazos, dando muestras del letargo que te embargaba,
tras ingerir un sorbo del elíxir, que quizás en otros tiempos te estimulaba
para continuar la azarosa historias que se tejía en tu mente.
“Yo tu conciencia me veía opacada
por tu actitud, no mas castillos en el aire, ni tan siquiera la imaginaria de tu
cerebro era posible despertar, habías caído en el sopor de no querer hacer
nada, mendingando los escasos esfuerzos para la consecución de un trabajo que te
mantuviera a flote, algo para pasar el tiempo que te ayudara como suplir tus necesidades
para seguir adelante.”
“Vamos
y el espíritu que?, eso te planteaba como tu conciencia. Era tu imagen a espejo
que junto a los avatares de la vida te exigía un pedazo de intención para hacerte
reaccionar, y te repetía, ¡Oye! no hay que
quedarse estancado solo en el pensar, te señalaba lo bueno que eras en el
pasado para traer a tu mente quimeras, cuando de niño, aguerrido, buscabas
estar adelante, realizando labores, que luego se desvanecían, al encontrar
tropiezos.”
“Que
mas ahora te haces el sordo, de pronto cierras tus ojos, obstruyes tus oídos, te
conformas con cambiar de lado del cachete que reposas sobre la mesa.
Vamos,
no es de quedarse en posición de pereza, levanta el ánimo.--- mientras te somataba la espalda con mi
invisible mano.
Muchas
veces te vi, como te incorporabas lentamente, acudías a un nuevo sorbo de café,
te mataba la pereza, volviéndote a desplomar sobre el tapete, como quien no pone
interés en escuchar los consejos de tu otro yo”.
“Te
impulsaba, con el instinto y hacerte tomar un aire para deambular por las
calles, con tu fachada de indiferencia, figura por Dios Santo, tus pantalones
guangochos, la camisa por fuera del cinturón y una gorra de lana que te ocultaba
el desteñido rostro. Hurgaba en tu sentir, pero los pensamientos seguían siendo
fríos, sin mas allá, ocultabas las manos entre los bolsillos para disimular el
frío y luego apostabas a buscar una grada en el portal de una casa, o en el
bordillo de una esquina para recuperar el aliento que habías perdido junto a tu
alma”..
“A
tu espalda con tus espíritus personales nos acercábamos para confrontarte e infundirte
gracia. Los susurros que intrépidamente hacíamos cruzar por tus orejas se
volvía letanías olvidadas al no tener eco en la psiquis de tu ser. Haciendo un
retórico esfuerzo, dabas marcha atrás, para detenerte en los barrotes de arte
que circundaban el atrio de la iglesia.
Locales
sacros que en sus adentros retocaba la música de cancioncitas que le
estimulaban algún recuerdo del pasado, entonces acomodabas tu famélico cuerpo
en alguna de las bancas, donde sacabas un cigarrillo a medio fumar, restregando
un fósforo en la carterita a la que le quedaba solo el zócalo de donde se
prende, con dos sobones la lumbre se hacía, quemando el papel y tabaco de tu
pito”.
“Entonces
Yo…la conciencia volvía a la carga, sentada en el esquinero de tu banca para
insinuarte recomendaciones de estimulo a tu ido amanecer.
Vamos… Prudencio, que te hace pensar
que las cosas caerán del cielo. Ándale búscate un camino, una labor, no
desperdicies así tu vida…
A
pesar de indicaciones, como si nada, tu seguías en el limbo, el humo de tu
cigarrillo exhalado por nariz y boca, se perdía en el espacio de las ideas, así
como las palabras que se arrastraban por el viento, te rascabas la cabellera ya
abundante, te encasquetaba nuevamente la gorra y parsimoniosamente te retirabas.
Arrastrando los pies hasta converger en la boca calle donde te cruzabas en mi
camino, más que oídos sordos porque optabas por regresar hasta la vivienda, en
el trayecto veía a los transeúntes como se apartaban de tu figura, cambiando de
acera o de buscar la mayor distancia para no pasar junto a tu desaliñada humanidad.”
“Hablabas
en silencio contigo mismo, como un director de orquesta que con su dedo índice
hace maromas para reflejar lo que en sus discursos balbuceaba en el dictado de una plática. Señalando en ocaciones hasta el
cielo, ocultándose del sol que te brillaba.
Tocaba
tu mente y empujaba tu espalda con el fin de que hicieras el esfuerzo de poner
atención, huías desenfrenadamente ante las peticiones de los espíritus que
mostraban diferentes caras, el heroísmo pestilente del mal y los jinetes
apocalípticos de los vicios, que te acosaban con una vida fácil, camino lleno
de fantasías, cultivados con granjerías de poder y abrumado de tesoros. Siempre te acompañaba entre el humor y la
piel como tu alma gemela, a lo mejor tú no lo veías como castigo.
Cerrabas
a mi paso la puerta de la entrada, con pestillo y candado, para impedir que te
siguiera, pero me colaba entre tus alientos marcando el paso hasta donde te
escondías en los rincones de la casa. Asumiendo mi obligación me encerraba
frente a tus ojos, con la simple presencia para presionarte hacia el deseo positivo
que siempre cargabas en la espalda, te acurrucabas en el colchón de tu cama
cubriéndote por completo con las sábanas de la indiferencia y del no quiero,
hasta que te olvidabas de todo con el
tránsito del sueño.”
“Si,
Prudencio, tu conciencia, naciste con ella y te enterraran igual, donde siempre
hubo alivio cuando obraste en bien, me hiciste solazar, cuando mediante tus
escasos actor de caridad dieron al traste con tu comportamiento, me agradaste
cuando de tu propia inspiración te acercaste al ataúd de tu madre a depositar
una rosa de recuerdo, cuando rompiste con la beligerancia de tu padrastro,
quien te daba malos tratos. Vaya si no fue alivio en la entrega de las notas y
el respectivo cartón a la hora de terminar la escuela primaria.
Si,
me vi en trapos de cucaracha y despechada frustración en el momento que tras
bambalinas entraste a mundo de la droga, porfavoer no me eches el muerto, yo
estaba allí, pero tampoco me escuchaste, con miles de excusas, te incorporaste
a esa vida, ya soy grande y puedo hacer lo que me venga en gana, que los amigos
me hacen sentir poderoso, etc. Reventaste el vínculo con el espíritu y te
dejaste llevar por las lisonjearías de quienes “te querían tanto”, manchas en
tu piel dirigidas a dar pertenencia a las maras a través de tatuajes malévolos,
que señalaron no solo tu cuerpo, tu alma”
“Si…. Amigo has caído muy bajo y yo
contigo, ya no hay amigos, no hay poder, no hay dinero, eres tan solo una
piltrafa de hombre, huyendo de ti mismo, rodeado de frustraciones.
El
mayor desamparo y necesidad de todo, ayer te vi frente a una taza de café, mas
tarde fumando una colilla de cigarrillo, con la agonía de no tener un pan para
llenar tu estómago. Sigues desalineado, sucio y en pleno abandono, las
vicisitudes de la vida te agobian y las enfermedades te asedian a lo largo y a
lo ancho. Más yo no puedo mas que dictarte, no he podido romper tu sordera y
menos tu buen juicio”.
Hoy
estuve en tu lecho de muerte en una abandonada cama de hospital, en el pabellón
de uno de los males del siglo, nos encaramos para darnos una despedida, la caja
de pino que contiene además de tus restos me hace espacio, creo que hasta hoy y
siempre has escuchado mis consejos, mas no los has practicado, veras que todo
el mundo te ha olvidado, en este no habrá velatorio, el entierro será frente al sepulturero, nadie
mas”
Sin
asomo de flores y menos de lápida este desconocido pasará los próximos años en esta
fría fosa, hasta que se convierta en polvo. En la escuálida cruz de madera que
señala su mortuaria morada, rezará.
“AQUÍ YACE PRUDENCIO Y SU CONCIENCIA”
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