Husmeaba entre un fajo de cuadernos
algo con lo cual pudiese entretenerme, me encaramé sobre una silla para
alcanzar los libros viejos puestos de canto en la librería de la biblioteca de
la casa. Estirando mi brazo halé uno de los volúmenes medianamente gruesos, lo
que hizo que la percha completa se me viniera encima, haciéndome ir a dar hasta
el suelo en un solo porrazo.
Sacudiéndome
el polvo y un tanto asustado me quedé un rato sentado, mientras recuperaba la
compostura del accidente. Uno de los libro había caído a mi diestra y pronto me
llamó la atención, contenía un cromo de un de esos aviones de dos hélices, que
figuraban en la aviación comercial de años antes que se utilizaban en esos tiempos
para recorrer grandes distancias y sobre los océanos...
Rápidamente
me puse activo con una idea, tomé una hoja grande de papel, la que alisé con
mis manos para dejarla bien planchada, le hice varios dobleces, primero a lo
largo y por mitad, cada uno de los lados le doble hacia los lados y en la punta un nuevo quiebre después de
haber dejado formadas las alas. Estilizado y con un doblez mas en la aguda
punta, que le dio el peso requerido para poderlo guiar, finalice entonces la
elaboración de mi aeroplano
--- Chilero mi avioncito --- pensé.
Ahora
era de lanzarlo al espacio y hacerlo volar. Mi primer intento y el juguete dio
dos vueltas y se fue a encallar en una de las esquinas del cuarto, quizás no
estaba completamente aerodinámico, le repase los dobleces y busque la manera de
las alas estuviesen del mismo tamaño y equidistantes, le compuse la punta que
la doble hacia atrás con un tanto de mayor presión.
Allí
va el segundo intento, con la mayor fuerza que mi brazo podía producir lo lancé dirigido al
cielo, el artefacto subió, dio una vuelta circular colocándose de cabeza y
luego planeo en su descenso hasta caer sobre el escritorio.
Me
sentía feliz, saltaba de la alegría con los brazos en alto, era el mago de la
ingeniería aérea. Con mis plumas de colores decore en ambos lados a mi avión,
pintándole en la parte posterior las marcas y escudos de los aeroplanos de
guerra.
Entre
todos mis invento, era el mas apetecido, corrí hasta la terraza de la casa, con mi
juguete en mano. El azul del cielo me inspiraba y junto a un cúmulo de nubes que
retozaban alegremente me perdí en el espacio, hice varios lanzamientos
acompasado con el viento vi entonces desaparecer en los aires, mi avión,
mientras mis pensamientos se hicieron historietas en el pensamiento, alucinando
una sin fin de cosas, veía las imágenes,entonces de una piñata, que era
sacudida con el palo de una escoba y de su interior brotaban explosivamente
cientos de confetis, dulces de paleta, anicillos y chocolates multicolor que
llovían en todo el rededor. Mas allá los cúmulos en forma de ovejas que balaban
alegremente mientras saltaban de un cerco para escapar en los solariegos campos
de pastar, el viento las disipaba y luego se envolvían para transformarse en
trozos de pastel que se desboronaban en turrones que salpicado en pringas de canela
se derretían con el paso de los vientos.
Un
viaje mas se hacía prudente mientras las palomas que osaban pasar curiosas se
posaban en los tejados vecinos para ver las peripecias del papel doblado, las
cúpulas en forma de paraguas que brincaban lentamente por el espacio se
transformaban en cántaros con boca de pichel como quien vierte liquido sobre un
tazón de asa ancha, estilizado formando mágicamente la cabeza de un perro que
ladraba a las alturas.
El
sol, solito abre un espacio entre las nubes, como quien deja un ojo para que
alumbre solo un pedazo de tierra, en vigilia de los sucesos y el paso del
avioncito de papel, que se da de volteretas antes de caer suavemente junto a
mi, el viento lo arrastra mas allá, como que quisiera levantarse a volar por si
solo.
Lo
tomo nuevamente entre mis manos y haciendo mi mejor esfuerzo lo lanzo en contra
del viento para ver su reacción, después de un coletazo se eleva verticalmente,
las pacientes formaciones de algodón que se aglomeran juiciosa para formar un
enorme elefante cuyo moco se estira cuan largo para saborear una cornucopia,
cuyo cono se invierte sin perder la bola de helado blanco como de nieve. La
cola del paquidermo se entorcha para halar una campana cuyo badajo se golpetea
con las otras nubes que se arrastran como instrumentos musicales, un arpa
celestial que desprende de sus hilos las notas de una sinfonía de ángeles. La
chimenea de la máquina del ferrocarril que se entierra en un agujero mientras
exhala el chorro de vapor dentro de su transitar.
Plácidamente
me deje caer de espaldas para continuar viendo el magno espectáculo que me
presentaban las nubes de algodón, mi creatividad me hacía observar miles de
figuras entrecruzarse en mi memoria y cientos de milagros que se bordaban de
recuerdos y con las aventuras que de niño me afloraban a los recuerdos. Vi
varias veces obstruida mi mirada con el paso del artefacto de papel que había
fabricado, que me parecía la máquina perfecta para los viajes en el espacio junto
a las fábulas de mis pensamientos, las oleadas cálidas le hacían recorrer por
todo el patio mis ilusiones, que daban al traste cuando caían estrepitosamente
sobre el piso. Me levantaba presuroso y volvía a lanzarlo con toda prestancia,
las volteretas me presuponían las grandes proezas de los magníficos pilotos que
alguna vez había visto en las celebraciones, el avión pasaba de derecha a
izquierda y se convertía en el volatín de los aires.
En
algún momento le dejé de ver, sus alcances fueron mas allá de la baranda de la
terraza y luego le vi desplomarce en franca caída libre hasta el pavimento de
la calle.
--- Mi avión ! --- grite tratando de
hacer el intento de no perderlo de vista.---
Corrí
a toda prisa descendí las gradas del segundo nivel y casi con la lengua de
fuera abrí el portón de la casa, salí a la acera y allí lo vi…
Era
otra vez una hoja de papel planchado, un automóvil le había dejado la marca de
los neumáticos en su cuerpo y había acabado con mi aeroplano.
Bueno
me dije, tomé de nuevo la hoja, la puse en el suelo y con mis manos la estire y
la aplané, con toda paciencia reconstruí sus dobleces a como eran de principio
y a pesar de que había quedado mal trecho del apachón, allí tenía de nuevo mi
juguete. Y pronto volví a mi sueño de lanzarlo una vez mas… Ja, ja, ja…
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